Goralvor by J. A. Román

Goralvor by J. A. Román

autor:J. A. Román [Román, J. A.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-07-26T16:00:00+00:00


* * *

Gladio llegó hasta un pequeño grupo de casas situadas cerca de la capital élfica a orillas del río Sígrim.

Llevaba días buscando a Lura sin éxito.

Tras el ataque de los mercenarios lutdor en el camino de vuelta a Krádovel, el emperador kadoriano había seguido todas las pistas posibles. Siguió las huellas del caballo de Lura y descubrió las de sus cuatro perseguidores. Su inquietud creció cuando halló dos espadas cubiertas de sangre, una de las cuales resultó ser la espada de la jefa suprema de los clanes nador.

Sintió un temor ancestral naciendo en su pecho al hallar aquella espada. Pero, como no encontró los restos de ningún cuerpo, recobró el ánimo. Cansado de deambular, regresó finalmente a la capital en busca de ayuda. Allí, con la ayuda del bueno de Kusur, consiguió una entrevista con el albacea de la ciudad. Gladio se sorprendió al descubrir que era Tesal quien ocupaba ya aquel cargo, tras la inesperada muerte de su padre y que era, por lo tanto, quien debía autorizar la misión de rescate.

Cuando Gladio entró en la habitación que Tesal usaba como despacho de trabajo, hubo de esperar unos instantes a que sus ojos se acostumbrasen a la oscuridad de la estancia, iluminada solamente por un par de débiles velas de cera. Unas gruesas cortinas de tela oscura tapaban los enormes ventanales que normalmente llenaban de luz natural aquella estancia.

—El emperador de Kádor-Hum es siempre bienvenido a nuestra humilde ciudad —le dijo Tesal nada más verlo.

El que había sido un altivo joven vestido a la moda había sufrido un cambio radical. Llevaba ahora ropas oscuras y mortecinas de tela negra que apenas le dejaban ninguna parte del cuerpo al descubierto. Cubría su cabeza con iguales indumentarias y hablaba de forma lenta y apagada. Según le había explicado Kusur, el joven padecía una extraña enfermedad de la piel que no parecía tener cura y que le hacía esconderse de la luz del sol, refugiándose en la oscuridad de sus aposentos o de la noche. Hasta su desagradable voz aguda había mutado en un tono mucho más grave y meloso. Pero eso no había sido lo más sorprendente que le había pasado.

—Tesal, necesito que me prestéis a varios de vuestros hombres para encontrar a alguien —le dijo sin rodeos Gladio.

—Kusur me ha contado lo del ataque de esos lutdor. Qué sacrilegio más imperdonable. Pero no te preocupes, gran Gladio, haré todo lo que pueda para ayudarte. Descubriremos quiénes son y serán llevados ante un tribunal.

—Estoy en deuda con vos, albacea de Krádovel.

—No tanto como yo, amigo. Vuestra decisión de convocar el Concilio me permitió… entender cual era mi verdadero papel en esta historia.

Según Kusur ese había sido la mayor de las sorpresas. El joven albacea había cambiado muchísimo, ganándose la confianza de todo el mundo gracias tanto a la eficiencia de su trabajo como a su excelente disposición para ayudar a quien lo necesitara. Los eruditos de la Sacra Biblioteca ahora hablaban maravillas de él, ya que pasaba largos períodos de la noche en ella, aprendiendo a la vez que ayudándolos.



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