(Fray Cadfael 05) El Leproso De Saint Giles(c.2) by Ellis Peters

(Fray Cadfael 05) El Leproso De Saint Giles(c.2) by Ellis Peters

autor:Ellis Peters
La lengua: spa
Format: epub
Tags: det_history
editor: www.papyrefb2.net


Fray Marcos pasó todo el día persistentemente preocupado por la sensación de que algo sucedía entre los enfermos del hospicio. Empezó en prima, cuando toda la casa, menos uno o dos niños, acudió a la iglesia. Y no porque tuviera la costumbre de contarlos. Cuando alguien no se encontraba bien o no se sentía con ánimos, podía quedarse a descansar porque nadie les obligaba. Por consiguiente, el número no era siempre el mismo; además, durante el breve oficio religioso había algunos que, para aliviar las molestias que sentían, necesitaban moverse, por lo que todo el grupo de enfermos se desplazaba y cambiaba un poco de lugar. Marcos tuvo la impresión de que una inesperada mole limitaba la luz en el interior de la iglesia, que ya era oscura de por sí. Entre los enfermos, había seis o siete hombres muy altos, pero él conocía su forma de andar, las pequeñas detenciones y las inclinaciones que identificaban a cada uno de ellos a pesar de los velos que los cubrían.

Una o dos veces durante el oficio de prima creyó ver una cabeza y un rostro cubiertos, cuyo aspecto le pareció un tanto extraño, pero enseguida los perdió. Más tarde comprendió que los había perdido porque los enfermos de la casa se habían dado buena maña para ocultar al intruso con sus movimientos.

Intruso le parecía una palabra muy fuerte para un lugar cuyas puertas estaban abiertas a todo el mundo; sin embargo, si el recién llegado hubiera sido un verdadero leproso, habría anunciado su presencia sin subterfugios ni disimulos. Pero ¿qué hombre sano y en sus cabales hubiera sido capaz de ocultarse allí? Sólo un desesperado.

Marcos ya estaba casi convencido de que sólo habían sido figuraciones suyas. Sin embargo, cuando distribuyó el pan, las gachas de avena y un poco de cerveza a la hora del desayuno, le pareció que las provisiones habían menguado más de lo previsto, a pesar de que no las contó. ¿Quién cuenta lo que entrega a los desventurados? Alguien entre los enfermos había recogido comida para otra boca.

Ya sabía, por supuesto, que los hombres del alguacil estaban registrando los bosques y los huertos entre Saint Giles y la ciudad, y, antes del mediodía, le llegó la noticia de la muerte de Huon de Domville. El aislamiento de los leprosos nunca les mantenía al margen de las noticias. Cualquier cosa ocurrida en la ciudad o en la abadía era inmediatamente conocida en el hospicio. Todos sabían de qué forma había muerto el barón, y la conmoción provocada por la fuga del escudero a quien se consideraba el asesino. Pero fray Marcos tenía muchas cosas que hacer y no prestó demasiada atención a los rumores. Primero estaban sus deberes médicos de todas las mañanas, y, hasta que hubo cambiado la última venda y aplicado bálsamo a la última llaga, el joven monje no pensó en lo que turbaba su mente. Tenía otras cosas que hacer, por ejemplo, tomar nota de las donaciones entregadas al hospital, disponer que un grupo



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