Francisco Pizarro by Manuel Ballesteros Gaibrois

Francisco Pizarro by Manuel Ballesteros Gaibrois

autor:Manuel Ballesteros Gaibrois [Ballesteros Gaibrois, Manuel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1986-12-31T16:00:00+00:00


CAJAMARCA

Cuando se narra o describe lo que los castellanos hicieron en las Indias, es frecuente dejarse llevar por una demagogia literaria que pondera la acción de unos héroes. Una exposición histórica normal, según los cánones de la objetividad, debe prescindir de los adjetivos y dejar que el que quiera aprender históricamente los hechos del pasado saque sus consecuencias. Pero a veces hay que resaltar los hechos, cuando son en sí mismos grandilocuentes. A ningún historiador se le tachará de romántico si pondera la hazaña de Aníbal pasando los Pirineos y los Alpes con elefantes, porque el acontecimiento es muy lejano y no quedan historiadores cartagineses para historiarlo. Si narramos la decisión de Pizarro y el que escribe es español, parece que se entrega al triunfalismo, y puede adoptarse una actitud escéptica. El hecho de sumergirse en un mundo desconocido, con aires de conquista y de imponer una soberanía lejana, es en sí mismo o una insensatez o un acto heroico. Como los resultados dieron la razón al envite arriesgado de Francisco Pizarro, sólo podemos calificarlo de heroísmo.

Pizarro sabía lo que hacía y que muchos murmuraban que eran muy pocos, que no había armamento suficiente y otras quejas. Por ello, después de ordenar a los dos Hernandos —su hermano y el de Soto— que marcaran las fronteras de su dominio, reunió a todos y les expuso su plan de seguir hasta entrevistarse con el nuevo Inca, dejando a opción personal el quedarse en San Miguel o continuar. Nueve —y cinco caballos con ellos— regresaron a San Miguel y los demás siguieron al Gobernador, que hizo recuento de su gente. Conocido el número de los que seguían, ordenó Pizarro la hueste, aumentando la compañía de ballesteros hasta veinte, con lo que el ejército que partía a la conquista de un imperio se componía de 102 hombres de a pie y sesenta y dos de a caballo, un total de 164 hombres.

Asegurando el vasallaje del curaca del último pueblo ocupado por Hernando Pizarro, llegaron al dominio del cacique Pabor, que al menos les dio aposento. Allí comenzaron a ver un Perú para ellos desconocido. El paisaje que entonces se abría a los ojos de los españoles era completamente diferente del que habían visto hasta entonces y ya no variaría, como no fuera para darles nuevas sorpresas.

Conforme avanzaban, les maravillaba lo que la mano del hombre había hecho en la Naturaleza: los valles eran modelo de cultivo. Allí por donde no pasaban los caminos reales del Inca, como los llamarían luego los españoles, o grandes calzadas, existían vías secundarias bien cuidadas. Las poblaciones mostraban la huella innegable de una superior organización. La riqueza visible era cada vez mayor. El valle donde se asentaba el pueblo del cacique Pabor —frontera en el distrito de San Miguel marcado por Pizarro— poseía una gran fertilidad, ayudada por las obras humanas. Fue en este pueblo donde tuvo Pizarro las primeras noticias de la cercanía de fuerzas incaicas que pretendían detenerlos. Los intérpretes dijeron haber captado noticias de que en el cercano pueblo de Caxas les esperaba un destacamento militar.



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