Fouche by Stefan Zweig

Fouche by Stefan Zweig

autor:Stefan Zweig [Zweig, Stefan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Biografías y Memorias
ISBN: 9788483069929
publicado: 2010-11-09T23:00:00+00:00


CAPÍTULO V

MINISTRO DEL EMPERADOR

(1804-1811)

EN 1802 se retira José Fouché -es decir, Su Excelencia el señor senador José Fouché-, obediente a la presión suave y obstinada del Primer Cónsul, a la vida privada, de la que había salido diez años antes. Increíble decenio, predestinado y cruento, siniestro y fecundo. Pero ha sabido aprovechar bien este tiempo. No se refugia, como en 1794, en una buhardilla miserable, fría; se compra una hermosa casa, bien equipada, en la rue Cerutti, una casa que debió pertenecer a un «aristócrata ruin» o a un «infame rico». En Ferrières, la residencia futura de los Rothschild, instala la más preciosa finca de verano, y su principado en la Provenza, la senaduría de Aix, le envía buenas rentas. Por lo demás, también ejerce magistralmente el noble arte del alquimista de convertirlo todo en oro. Sus protegidos en la Bolsa le dan participación en sus negocios, aumenta ventajosamente sus posesiones; al cabo de un par de años, el hombre del primer manifiesto comunista será el segundo capitalista de Francia y el primer terrateniente del país. El tigre de Lyon se ha convertido en roedor paciente, capitalista cauto, prestidigitador del tanto por ciento. Pero esta riqueza fantástica del parvenu político no cambia en nada su nativa sobriedad, cultivada tenazmente en la disciplina conventual. Con quince millones de capital no vive José Fouché de manera muy distinta que cuando buscaba trabajosamente los quince sous diarios que necesitaba en su buhardilla; no bebe, no fuma, no juega, no gasta dinero en mujeres ni en presunciones. Como un buen hidalgo lugareño, pasea con sus hijos (le nacieron tres después de perder dos en la miseria) por el silencio de sus prados, da a veces pequeñas reuniones, escucha cuando hacen música los amigos de su mujer, lee libros y se recrea en conversaciones intelectuales; profundamente, de manera inasequible, se oculta en este burgués frío y seco el placer demoníaco por el juego de azar de la política, por las tensiones y peligros del drama mundial. Sus vecinos no ven nada de todo esto; sólo ven al buen administrador, al excelente padre de familia, al esposo cariñoso. Y nadie que no le conociera de antes sospecha la pasión contenida, cada vez más intranquilamente, tras su franca serenidad, su ansia de volver a situarse en primera fila, de volver a intervenir en los asuntos de la política.

¡Oh, semblante de Medusa del Poder! Quien fijó la vista una vez en su faz, jamás la puede apartar de ella, queda encantado y hechizado. Quien disfrutó una vez del placer embriagador de dominar y mandar, no puede ya renunciar a él. Hojeemos la Historia en busca de ejemplo de renuncia voluntaria; excepto Sila y Carlos V, no se encuentra, entre millares y decenas de millares de figuras, apenas una docena que, con el corazón satisfecho y el sentido claro, renuncien al deleite casi pecaminoso de representar la Providencia ante millones de seres. Como no puede el jugador dejar el juego; el bebedor, la bebida; el cazador furtivo, la caza, no puede dejar José Fouché la política.



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