Expulsión de la bestia triunfante by Giordano Bruno

Expulsión de la bestia triunfante by Giordano Bruno

autor:Giordano Bruno [Bruno, Giordano]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1583-12-31T16:00:00+00:00


Aunque las más de las veces sea el simular

reprendido, y dé de mala mente indicios,

aun así en muchas cosas se puede encontrar

y haber en muchas realizado evidentes beneficios,

y daños, críticas y muerte haber podido quitar;

pues no conversamos siempre con amigos

en esta bastante más oscura que serena

vida mortal, toda de envidia llena.[27]

Pero quisiera saber, oh Sofía, en qué sentido dices que la Simplicidad tiene similitud con el semblante divino.

Sofía: Porque no puede agregar nada a su ser con la jactancia, ni se le puede sustraer nada con la simulación. Y esto se origina porque no tiene interpretación ni percepción de sí misma; como lo que es simplísimo, si no quiere ser más que simplísimo, no se entiende a sí mismo. Porque lo que se siente y se considera, en cierto modo se hace mucho y, para decirlo mejor, se hace uno y otro; porque se hace objeto y potencia, cognoscente y cognoscible: ya que en el acto de la inteligencia muchas cosas inciden en uno. Pero aquella simplísima inteligencia no se entiende a sí misma como si tuviera un acto reflejo de inteligente y de inteligible; mas porque es absolutísima y simplísima, por tanto, sólo se dice que se entiende negativamente, ya que no puede estar oculta. La Simplicidad, pues, en cuanto no aprende y no comenta sobre su ser, se entiende que tiene similitud divina. Desde la cual declina a toda distancia la presuntuosa Jactancia. Pero no tanto la estudiosa Disimulación, a la que Júpiter ha permitido que a veces se presente en el cielo, y no ya como diosa, sino, en algunos casos, como doncella de la Providencia y escudo de la Verdad.

Saulino: Ahora pasemos a considerar lo que ha hecho de Perseo y de su morada.

Sofía: “¿Qué harás, oh Júpiter, con este bastardo tuyo que hiciste parir a Dánae?”, dijo Momo.

Júpiter respondió:

“Que se vaya, si así le place a todo el senado (porque me parece que una nueva Medusa se encuentra en la Tierra que, no menos que aquélla que existió hace ya mucho tiempo, tiene el poder de convertir en piedra con su aspecto a quien la mira), que se vaya hacia ella, no como mandado por un nuevo Polidectes,[28] sino como un enviado por Júpiter, junto con todo el senado celestial; y vea si, con el mismo arte, puede vencer a ese más horrible y nuevo monstruo”.

Entonces se levantó Minerva, diciendo:

“Y yo por mi parte no dejaré de conseguirle un no menos útil escudo de cristal con el que venga a deslumbrar la vista de las enemigas forcides puestas en custodia de las gorgonas;[29] y personalmente quiero asistirlo hasta que haya separado de su busto la cabeza de esta Medusa”.

“Harás muy bien con eso, hija mía”, dijo Júpiter; “y te impongo esta tarea, a la que quiero que te dediques con toda diligencia. Pero no quisiera que nuevamente sucediera, en perjuicio de los pobres pueblos, que por las gotas que escurrirán de las venas abiertas se generen nuevas serpientes en la Tierra; donde, para desgracia de los míseros, ya se encuentran muchas y hasta demasiadas.



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