Eureka by Edgar Allan Poe

Eureka by Edgar Allan Poe

autor:Edgar Allan Poe [Poe, Edgar Allan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias naturales, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1847-12-31T16:00:00+00:00


Pero si la simple extensión de la Tierra excede el alcance de la imaginación, ¿qué pensaremos de su volumen? Abarca una masa de materia de peso igual a por lo menos 2 sextillones, 200 quintillones de toneladas. Supongámosla en estado de reposo y entonces intentemos concebir una fuerza mecánica suficiente para ponerla en movimiento. Ni la fuerza de todos los millones de seres con los cuales podemos habitar los mundos planetarios de nuestro sistema, ni la fuerza combinada de todos esos seres, aun admitiendo que fueran más poderosos que el hombre, sería capaz de desplazar la pesada masa una sola pulgada.

¿Qué vamos a pensar, entonces, de la fuerza que en similares circunstancias se necesitaría para mover el más grande de nuestros planetas: Júpiter? Este tiene 86.000 millas de diámetro, e incluiría dentro de su periferia más de mil globos de la magnitud del nuestro. Sin embargo, este cuerpo pasmoso se mueve alrededor del Sol a una velocidad de 29.000 millas por hora, es decir, con una velocidad cuarenta veces mayor que la de una bala de cañón. No puede decirse que el pensamiento de tal fenómeno sorprenda a la inteligencia: la paraliza y la aterra. Más de una vez hemos ocupado nuestra imaginación en la pintura de las facultades de un ángel. Imaginemos un ser semejante a una distancia de varios cientos de millas de Júpiter, cercano testigo ocular de este planeta en su revolución anual. Ahora bien, ¿podemos forjarnos, pregunto yo, alguna idea tan clara de la exaltación espiritual de ese ser ideal, como para imaginar que ese ser, un ángel, por angélico que fuese, no se sentiría aplastado y aniquilado por esa inconmensurable masa de materia que gira delante de sus ojos a una velocidad tan indecible?

En este punto, no obstante, parece oportuno insinuar que en realidad hemos estado hablando de relativas insignificancias. Nuestro Sol, el globo central y director del sistema al cual pertenece Júpiter, es no sólo más grande que Júpiter, sino muchísimo más grande que todos los planetas del sistema juntos. Este hecho es una condición esencial, a decir verdad, de la estabilidad del sistema mismo. El diámetro de Júpiter ha sido mencionado: es de 86.000 millas; el del Sol es de 882.000 millas. Un habitante de este último, andando 90 millas por día, tardaría más de ochenta años en recorrer su circunferencia mayor. Ocupa un volumen de 881 cuadrillones, 472 trillones de millas. La Luna, como se ha establecido, gira alrededor de la Tierra a una distancia de 237.000 millas, en una órbita, en consecuencia, de casi 1.500.000. Ahora bien, si el Sol estuviera situado sobre la Tierra, y los dos centros coincidieran, el cuerpo del primero se extendería en todas direcciones no sólo hasta la línea de la órbita de la Luna, sino más allá de ella, a un distancia de 200.000 millas.

Y aquí, una vez más, permítaseme insinuar que en realidad hemos seguido hablando de relativas insignificancias. Se ha establecido la distancia de Neptuno al Sol: es de 2.800 millones de millas; el perímetro de su órbita, por lo tanto, es de unos 17 millones.



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