(Esquius 01) Con los muertos no se juega by Andreu Martin

(Esquius 01) Con los muertos no se juega by Andreu Martin

autor:Andreu Martin
La lengua: es
Format: mobi
Tags: prose_contemporary
ISBN: 9788466404785
editor: Columna
publicado: 2011-08-12T22:00:00+00:00


3

Entré en el hospital de Collserola con ánimo de hablar con el doctor Barrios, pero una enfermera me dijo que no estaba.

—El doctor Barrios no va a venir. Ayer estuvo operando hasta muy tarde y hoy se ha tomado el día libre.

Entonces, vi a Melania Lladó que salía de la zona de enfermeras sin la bata blanca y con un bolso en las manos. Se dirigía hacia los ascensores. Le agradecí la colaboración a la enfermera que me había atendido y eché a correr con unas piernas que me parecían ajenas, ortopédicas y mal encajadas.

No llegué a tiempo de pillar el ascensor en que se había metido Melania Lladó pero, providencialmente, las puertas de otro se abrieron en seguida. Entré con espíritu competitivo. El ascensor vecino sólo me llevaba una ligera ventaja. Salí al vestíbulo, lo crucé con cuatro zancadas dolorosas y llegué a tiempo de ver a la enfermera caminando por el aparcamiento.

Fui tras ella a toda la velocidad que me permitían mis articulaciones maltrechas. No era necesario ser un profiler del FBI para darse cuenta, incluso a distancia, de que la pobre chica tenía problemas personales. Le habría gustado estar más delgada y por eso utilizaba una ropa muy estrecha y ajustada que debía de provocarle problemas respiratorios. Le habría gustado ser más alta y por eso, fuera del trabajo, utilizaba unos zapatos con exagerados tacones de aguja que la obligaban a caminar de una manera grotesca, dando extraños saltitos, como si pisara huevos y no hubiera cosa en el mundo que le diera más asco. Y, para rematarlo, no le gustaba nada, pero nada de nada, el color de sus cabellos, porque prefería llevarlos teñidos de color rojo sangre. Un caso.

—¡Eh! ¡Señorita Lladó!

Tenía las llaves en la mano y estaba a punto de introducirlas en la cerradura de un Ford Fiesta blanco, viejo, sucio y desvencijado. Alzó la vista y se volvió hacia mí con brusquedad, sobresaltada como si la hubiera sorprendido haciendo algo malo. Entonces, constaté que me había reconocido y que me esperaba afianzando los pies en el suelo. Me esperaba y se esperaba lo peor.

—¡Vengo a avisarte! —le dije, tuteándola aposta, cuando aún nos separaban unos cinco metros—. He estado hablando de ti con la policía.

—Me importa un rábano —me soltó, como una bofetada, rabiosa.

—Necesitan un culpable para la muerte de Marc Colmenero, y te han escogido a ti.

—Y una mierda —dijo sin ceder—. Ya tienen una culpable. Ya despidieron a una enfermera...

—Te estoy hablando de la policía. La administración del hospital ya ha castigado a la enfermera responsable, aunque muy relativamente. Ignoro qué trato hicieron con ella. Pero la policía habla de tribunales. La policía habla de pena de cárcel. Y están pensando en ti.

—Y una mierda —repitió, más desinflada.

—Adrián Gornal, que es el asesino que tenemos más a mano, no estaba en el hospital el día de la muerte de Marc Colmenero, tú me lo dijiste. Alguien debe de estar protegiendo a la otra enfermera. Y supongo que no pensarás que van a tomarla con los médicos.



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