España, centro del mundo 1519-1682 by Robert Goodwin

España, centro del mundo 1519-1682 by Robert Goodwin

autor:Robert Goodwin [Goodwin, Robert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 2015-01-01T00:00:00+00:00


Sentose Sancho a la cabecera de la mesa, porque no había más de aquel asiento, y no otro servicio en toda ella. Púsose a su lado en pie un personaje, que después mostró ser médico, con una varilla de ballena en la mano. Levantaron una riquísima y blanca toalla con que estaban cubiertas las frutas y mucha diversidad de platos de diversos manjares […], pero apenas hubo comido un bocado, cuando el de la varilla tocando con ella en el plato, se le quitaron de delante con grandísima celeridad; pero el maestresala le llegó otro, de otro manjar; iba a probarle Sancho, pero antes que llegase a él ni le gustase, ya la varilla había tocado en él y un paje alzádole con tanta presteza como el de la fruta.

El médico explica que su deber es asegurarse de que Sancho lleve una dieta sana.

«Desa manera, aquel plato de perdices que están allí asadas y, a mi parecer, bien sazonadas, no me harán algún daño».

«Ésas no comerá el señor gobernador en tanto que yo tuviere vida».

[…].

«Si eso es así —dijo Sancho—, vea el señor doctor de cuantos manjares hay en esta mesa cuál me hará más provecho y cuál menos daño, y déjeme comer dél sin que me le apalee».

Pero el médico le prohíbe un plato tras otro, hasta que el sonido de una corneta interrumpe la broma al anunciar la llegada de una carta del duque que advierte de un inminente ataque contra Barataria. Sancho, aterrorizado, acaba cenando «un salpicón de vaca con cebolla y unas manos cocidas de ternera algo entrada en días. Entregose en todo con más gusto que si le hubieran dado francolines de Milán».

Al lector le invade una cierta angustia y frustración durante la larga, larga visita a la finca del duque. Sancho y don Quijote se separan; además, no cabe duda de que han perdido el control de la historia. Los personajes y su narración se han convertido en un juguete de otros lectores bastante vulgares. Es algo parecido a ver una película basada en uno de nuestros libros favoritos, acaso el mismo Quijote, y descubrir que nuestros queridos amigos se han transformado en Rex Harrison o en Bob Hoskins, que Dulcinea se ha materializado milagrosamente como Sophia Loren, y que Cide Hamete se ha reencarnado extrañamente en Orson Welles. Es un atentado contra el libre albedrío de nuestra imaginación.

Claramente, don Quijote y Sancho también tienen esa dolorosa sensación de desengaño, porque ahora ambos, independiente y simultáneamente, deciden abandonar la pantomima que el duque y la duquesa han creado para ellos.

Después de reemprender su camino, don Quijote exclama: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos».

Llegan a una posada, que don Quijote reconoce como tal, donde Sancho pregunta qué hay para comer. El posadero le responde que «de las pajaricas del aire, de las aves de la tierra y de los pescados del mar estaba proveída aquella venta».

«No es menester tanto», responde Sancho, «que con un par de pollos que nos ase tendremos lo suficiente».



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