Ese modo que colma by Daniel Sada

Ese modo que colma by Daniel Sada

autor:Daniel Sada [Sada, Daniel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Drama, Humor, Realista
editor: ePubGratis
publicado: 2010-06-01T00:00:00+00:00


EL DIABLO EN UNA BOTELLA

Entraba y salía de cualquiera de las cuatro botellas de cerveza puestas sobre la mesa donde se jugaba dominó, lo hacía con tal facilidad que hasta daba la impresión de ser una rojura estirada como un chicle o un mazacote. Luego venía la quietud, la inmersión definitiva en el líquido —era indistinta la preferencia de una u otra redoma—, y al cabo de hundirse a placer aquella plasta corcova adquiría la forma de un diablo irrisorio, algo feérico, pensador, flexionado a modo, mismo que contaba con unos cuernos casi indefinidos y una cola de poco más de dos centímetros. Ahora hablemos de su desaparición: la cual ocurría en tres segundos: un apagamiento, un desdibujo fugaz, una rojura sugestiva, broza. También viene a cuento señalar que de los cuatro jugadores consuetudinarios, sólo Moisés veía a ese diablo que no hacía nada fuera de lugar, pero asimismo cabe apuntar que, al ver al personaje dentro de la botella o a la informe rojura fuera de ella, Moisés se hacía el disimulado, a sabiendas de que los demás no detectaban la anomalía y, bueno, a él le bastaba con hacer una mueca guasona, o ladear la cabeza, o echar un vistazo al suelo, para sentirse mejor: no ofuscado, no alelado. Otras fintas haría cuando lo plasta intentara abarcar toda la cubierta de la mesa: lo rojo: ¡ya!: alarmante: ¿por cuánto tiempo? Es que eso sucedió en una ocasión: Moisés no pudo no verlo, entonces su disculpa: su ida al baño, la interrupción del juego. Es que esperaba que con ese rompimiento la plasta se redujera y terminara por meterse… ¡a ver en dónde! Su deseo se cumplió. Fue un escamoteo apenas ígneo en el aire. Pero veamos la distorsión: cierta vez el diablo, haciéndose aún más pequeño, empezó a deambular sobre las fichas de dominó. Se sentó en una de ellas: a gusto; la postura clásica de pensador: ¡hela! ¿Por qué el cambio? Era obvio que el diablo quería desconcertar al mirón ducho, sin embargo no lo consiguió. Dicho jugador tuvo una obstinación: se aferró a su mudez y a mirar la escena compacta de su juego, sus fichas. Gran disciplina ante aquella envestida nunca vista. Rojura de otro modo. Así lo reñido (como tema) e intenso a fuerzas. Acto seguido: el regocijo del diablo: brincos acompasados mientras dos manos revolvían las fichas. Tal atareo. A saber cuál era la razón por la que no se metía en el lugar de siempre. De todos modos continuaba la invisibilidad circundante, pero… Esa vez Moisés perdió todos los juegos. Jugó tan mal que hasta sus contrincantes le dijeron que por qué diablos se había equivocado tanto. Él sólo pudo decir en el típico tono de alguien que se encoge: He tenido un mal día después de muchos buenos. No soy infalible. Lo que siguió fue el pago de la cuenta a cargo de ese perdedor que casi nunca antes… Y la suma: dos mil pesos: ¡demasiado! Primera vez que sucumbía de esa manera.



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