Escipión el Africano by Ross Leckie

Escipión el Africano by Ross Leckie

autor:Ross Leckie [Leckie, Ross]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


* * *

Ya en mi casa, la vida continuó como si nunca hubiera salido de allí. Quizá sea eso la patria, el lugar donde las cosas son siempre iguales. Recuerdo la paz que sentía, la seguridad de estar de nuevo entre los mismos muebles, los mismos sirvientes, el mismo ritmo que había conocido. Y los mismos amigos.

Fui a ver a Lelio al día siguiente de nuestro regreso. A1 principio estuvo reservado y cohibido. No había cambiado, aunque tenía la barba más cerrada. Así, supuse, estaría la mía.

—Lelio, lo siento —dije en el atrio de la casa que había sido de su padre y que ya era suya.

—¿Qué sientes?

—Lo de tu padre.

Se mordió el labio.

—Ah, eso. El Senado nos ha concedido una pensión. Y parece que ahora soy rico. Mi padre dejó mucho dinero. No tengo ni idea del éxito que tuvo en sus inversiones, ni de la cantidad. ¿Y tú? He oído que salvaste la vida de tu padre. ¿Cómo se encuentra?

—Recuperándose, gracias. Estará bien en una semana. La herida ya casi ha cicatrizado.

—Y dicen que viste a Aníbal. ¿Es verdad?

—Sí.

—¿Qué aspecto tiene?

—Yo… realmente no lo sé, Lelio. Todo sucedió muy rápido. Yo…

—Pasa al jardín. Nos sentaremos allí y hablaremos.

Conversamos durante varias horas.

Cuando volví a casa, fui a ver a mi padre a su cuarto. Estaba sentado en la cama, leyendo papiros llenos de números.

—¿Qué estás leyendo, padre?

—Solo cuentas. Festo ha hecho un buen trabajo mientras he estado fuera. ¿Has visto a Lelio?

—Sí.

—¿Qué tal estaba?

—Bien.

—¿No estaba afligido por lo de su padre?

—Si lo estaba, no lo dio a entender.

—Bien. Un verdadero romano.

—Padre, estuvimos hablando de un asunto.

—¿Sí? —preguntó, dejando los papiros en la mesa que había al lado de la cama⁠—. ¿De qué?

—Lelio y yo lo discutimos. Dije que te lo preguntaría.

—¿Que me preguntarías qué?

—Bueno, supongo que continuaré el triconium fori con Fabio.

—Sí. Recuerda que ya lo hablamos en el barco. ¿Qué ocurre con eso?

—Pues bien, padre, ¿podría Lelio hacerlo conmigo?

—Yo… pero si ni siquiera es un équite. No sé cómo se sentiría Fabio.

—Fabio me enseñó, padre, a juzgar las cosas por la sustancia, no por la forma.

Mi padre me miró fijamente.

—Muy bien. Tienes mi permiso para consultarlo con Fabio. Al menos le debo eso a Prisco. De todas formas, pensaba pedir al Senado que ascendiera de categoría la casa de Lelio. La muerte de Prisco se merece eso y mucho más. Puedes hablarle a Fabio de mis intenciones. ¿Irás al Senado mañana? —⁠Asentí con la cabeza⁠—. Saluda a Fabio de mi parte.

—Lo haré, padre.

Así fue como Lelio se reunió conmigo todos los días en el Senado. Nos manteníamos aparte de los otros que hacían el triconium fori. Veía las miradas de curiosidad que nos dirigían. Pero mi posición era elevada (había salvado la vida de mi padre) y Lelio recibía el respeto debido a cualquiera cuyo padre hubiera muerto por Roma. Ese respeto podía haberse concedido con reticencias en su caso, pero estaba allí. Más tarde, cuando el Senado aprobó el decreto que ennoblecía la casa de Lelio, hubo risitas y muecas de complicidad.



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