Entre sombras by Elkin Córdoba

Entre sombras by Elkin Córdoba

autor:Elkin Córdoba
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
publicado: 2016-01-06T23:00:00+00:00


— ¿Cuando fue que recibieron la nota, antes o después de besarse con mucha pasión? — dijo Efraín sin tratar de contener una sonrisa que le asomaba en el rostro.

Caminábamos bajo un brillante sol de la mañana por entre el camino cercado por los cultivos de caña.

— No besé a Isa— me defendí—. ¿Quién te dijo que nos habíamos besado o algo así?

— Ana me contó que en la fiesta ustedes dos estaban muy juntitos. Después que recibieron la nota se fueron de la fiesta, así que ella hizo la suma y dos más dos le dio cuatro.

— Entre ella y yo no ocurrió nada, la dejé en su dormitorio y me fui a mi casa a descansar. La nota nos recordó que estos días no están para fiestas.

— No tienes que explicarme nada. Aunque me gustaría saber, cuándo todo esto termine ¿Se van a dar besitos?

— ¡Efraín!

— Lo siento, no quería bromear, solo que…

— Sí no me equivoco tenemos que voltear por este sendero de rocas— lo interrumpí en sus opiniones—. Creo que la cabaña está en el quinto sembrado de cañas.

— Cuidado con hacer que nos perdamos porque ya son más de las 9:30 y no nos podemos dar el lujo de llegar tarde — Puntualizó Efraín que llevaba en sus manos el espejo negro.

— ¿Cuánto tiempo duraron ustedes como novios?— le pregunté, no porque me interesara mucho sino para desviar la conversación.

— Te voy a confesar algo— dijo y la sonrisa de hacía unos instantes ya no estaba allí— pero tienes que prometerme que no abrirás la boca.

— Tienes mi palabra.

Efraín suspiró como si lo que tuviera que decir fuera un secreto mortal, detuvo su andar y entre dientes masculló — Isa y yo nunca fuimos novios.

— Si no hablas bien no entenderé nada de lo que digas.

— Que Isabel y yo nunca fuimos novios.

— ¿Qué Isabel y tú nunca fueron novios? ¿A qué te refieres?

— Lo que acabas de escuchar. Isa y yo nunca fuimos novios — esta vez lo declaró casi en un grito.

— ...

— La vez que te marchaste con el capitán, Isa pasaba la mayoría del tiempo deprimida. Muchas veces cuando yo estaba en la casa del muelle, tomando las clases de pintura, escuchaba pequeños sollozos.

»En una ocasión no pude resistirlo y me atreví a entrar hasta el cuarto de donde procedía ese llanto apagado. Allí estaba ella, tirada en la cama, bocabajo, tratando de contener el quejido que se escapaba por todo su cuerpo y que la hacía temblar.

»En el suelo había una carta rota en mil pedazos. Le pregunté si estaba bien, si necesitaba algo. Volteó, me miró con ira, se levantó a toda prisa y me sacó por un brazo sin decir una palabra.

»Días después la encontré en el muelle mientras sostenía una carta en la mano, pero esta vez tenía una cara de tristeza que no admitía pelea, se dejó invitar a tomar una taza de café y me confesó que pronto volverías.

— ¿Quién, yo?

— Si, tú ¿De quién más estamos hablando?— volvió a reanudar la marcha—.



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