Entre pillas anda el juego by Janet Evanovich

Entre pillas anda el juego by Janet Evanovich

autor:Janet Evanovich [Evanovich, Janet]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


Nueve

Apreté los dientes.

—¡Suelta el teléfono!

Morelli lo soltó pero dejó el pie en el umbral.

—¿Qué? —le pregunté a Kuntz.

—Quiero un informe de tus progresos.

—El informe es que no hay progresos.

—Me lo dirías, ¿verdad?

—Sí, por supuesto. Y por cierto, alguien me empapó el coche de gasolina e incendió mi apartamento. No tendrás la menor idea de quién ha podido ser, ¿verdad?

—Dios, no. ¿Crees que ha sido Maxine?

—¿Por qué iba a incendiar mi apartamento Maxine?

—No lo sé. ¿Porque estás trabajando para mí?

Morelli alargó una mano y me quitó el teléfono.

—Hasta luego —le dijo a Kuntz. Después cortó la comunicación y tiró el teléfono al lavabo.

—Esto no es una buena idea —comenté. Pero en realidad pensaba: «¿Por qué no?». Me había depilado las piernas, apenas llevaba nada de ropa, lo que me evitaba ese embarazoso momento. Y después de todo lo que había pasado, me merecía un orgasmo. Vamos, era lo mínimo que podía hacer por mí.

Morelli entró y me besó el hombro desnudo.

—Ya lo sé —afirmó—. Es una idea horrible.

Pasó la boca justo por debajo del lóbulo de mi oreja. Nos miramos a los ojos unos segundos y me besó. Su boca era delicada y el beso largo. Cuando estábamos en el instituto, mi mejor amiga, Mary Lou, me contó que Morelli tenía unas manos muy rápidas. En realidad, era todo lo contrario: sabía ir muy despacito, sabía cómo volver loca a una mujer.

Me besó otra vez, nuestras lenguas se tocaron y el beso se hizo más profundo. Tenía las manos en mi cintura y las desplazó a la espalda para apretarme contra él y, o bien tenía una erección como una casa, o bien me estaba clavando la porra en el estómago. Yo estaba bastante segura de que se trataba de lo primero, y pensé que si lograba meterme aquella cosa grande, dura y mágica en lo más profundo todas mis preocupaciones desaparecerían.

—Tengo unos cuantos —dijo Morelli.

—¿Uno cuantos qué?

—Unos cuantos condones. He comprado una caja entera de los mejores. Una inversión seria.

Tal como me sentía pensé que una caja no nos llegaría ni hasta el domingo.

Y luego volvió a posar su boca sobre mí, besándome el cuello, la clavícula, el nacimiento del pecho por encima de la toalla. Y entonces la toalla cayó y Morelli puso su boca en uno de mis pezones y el fuego me recorrió por dentro. Sus manos estaban por todas partes, explorando, acariciando… excitándome. Su boca descendió dibujando una línea de besos en mi ombligo, mi vientre, mi… ¡AY Dios mío!

Mary Lou también me dijo que había oído que la lengua de Morelli era como la de un lagarto y ahora comprobaba por mí misma lo cierto de aquel rumor. Dios bendiga al reino animal, pensé con una recién estrenada veneración por los reptiles. Tenía los dedos enredados entre su pelo y el culo desnudo contra el lavabo, y notaba que estaba a punto. Lo sentía llegar… la deliciosa presión, el calor, la enajenante necesidad de abandonarme.

Y entonces movió la boca un centímetro a la derecha.

—¡Vuelve! —jadeé—. ¡Vuelve! ¡VUELVE!

Me besó el interior del muslo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.