Entre la niebla by Úrsula Llanos

Entre la niebla by Úrsula Llanos

autor:Úrsula Llanos [Llanos, Úrsula]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-10-31T16:00:00+00:00


Capítulo 9

Encaramada a una escalera de mano, Leonor adornaba la lámpara del comedor de Montsalvatge con ramas de pino, mientras me comentaba las incidencias de la noche anterior.

Aunque el sol penetraba a raudales a través de los cristales de las dos ventanas, la habitación estaba fría y casi en penumbra. Las desmesuradas dimensiones de la estancia en la que nos encontrábamos, de techo artesonado y altísimo, contribuían a mantener la baja temperatura que las dos estábamos soportando en ese instante, en el que intentábamos darle a la habitación el aire navideño apropiado para celebrar la Nochebuena.

—¿Por qué te largaste anoche tan de repente de la casa de Marisa?, —me preguntó con curiosidad, interrumpiendo su tarea para inclinarse hacia mí, que a sus pies le iba entregando las ramas—. Estuvimos buscándote un buen rato, hasta que Pedro regresó y nos dijo que te había traído a casa. Y por cierto, no dejó de sorprenderme tu comportamiento con él. ¿Te flechó de repente?

Me encogí de hombros sin contestarle, arrebujándome en el grueso jersey, verde pálido, que vestía y que me había comprado el día anterior en Palma. Me sentía aterida, pero no solo por el frío reinante en el comedor. Desde que me despertara esa mañana, la conversación que había oído en la biblioteca martilleaba obsesivamente mis sienes, sin que hasta el momento hubiera conseguido calmar la gélida sensación que las palabras de Raúl me habían producido. No le había visto todavía y tía Elvira me había dicho que había ido a buscar el árbol de Navidad con Juan, pero pese a ello me sobresaltaba en cuanto creía oír el más leve rumor en derredor mío.

—¿Te has quedado muda? —Leonor me observaba sorprendida. Sin duda me acababa de comentar algo que no había escuchado.

—¿Decías algo?

—Pues sí. Te he preguntado por el motivo por el que no te has querido poner al teléfono hace un rato, cuando Pedro te ha llamado.

Por lo visto, continuaba con el mismo tema, por lo que volví a encogerme de hombros. Como no sentía el menor deseo de explicárselo, repuse evasivamente:

—Te está quedando muy bonita la lámpara. ¿Pero no crees que aún lo estaría más con algo que le proporcionase una nota de color? En la quebrada, cerca del faro, crece un espino con unas bolitas rojas que haría buen efecto mezclado con el pino, pero tendríamos que ir a cogerlo y la verdad es que no tengo muchas ganas de darme esa caminata.

—Entonces iré yo, —se ofreció Leonor, iniciando el ademán de bajar de las alturas—. Continúa mientras tanto tú con las ramas de pino para no perder tiempo.

No me sentía con ánimos de quedarme allí sola, con el riesgo de que Raúl regresara en cualquier momento, por lo que meneé negativamente la cabeza.

—No, no. Soy una calamidad adornando lámparas. Mi sentido artístico deja mucho que desear.

—¿Pues no eres decoradora?

—Bueno, sí, —admití—. Pero no sé ni cómo llegué a obtener el título, porque era la peor de la clase. Hubiera preferido estudiar cualquier carrera, por ejemplo, Derecho



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