Entre bambalinas by Luis A. Santamaría

Entre bambalinas by Luis A. Santamaría

autor:Luis A. Santamaría [Santamaría, Luis A.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-12-14T16:00:00+00:00


* * *

Entre bambalinas, Javier espera su turno.

En el escenario del Rialto, los focos ya iluminan a Ingrid, la actriz alemana que sustituye a Elena. La nueva lo hace bien, pero Javier no se fija en ella. De la que Ernesto ha encontrado para ocupar el puesto de Johanna, ni siquiera se acuerda del nombre. Su mente está centrada en Gris. ¿Estará en su asiento de siempre de primera fila? Las luces le impiden distinguir las caras del público. Al fondo de la platea, junto a una salida de emergencia, se vislumbran dos figuras de pie. Poses demasiado chulescas para tratarse de los acomodadores. Quiere pensar que se trata de los dos inspectores. Más seguridad por si ese cabrón vuelve a intentarlo.

Le tiemblan las manos. Y el antebrazo le pica, algo a lo que ya se está acostumbrando. Mira a una de las cabezas de la primera fila. ¿Cuál? Da igual, todas son siluetas negras. El caso es vencer el miedo. Lo pagarás, le dice a la cabeza para sus adentros. Pagarás por todo lo que has hecho.

Alguien lo empuja a la altura de los riñones.

—¿A qué esperas, camarada? Es tu turno. —La rolliza mano de Ernesto Godoy entra en su campo visual sujetando una máscara roja⁠—. No te olvides de esto.

Dejan de temblarle las manos cuando se pone la máscara.

¡A trabajar!, apremia Erik.

—¿Es el de la máscara? —pregunta Rayco, apoyado sobre la pared del fondo del patio de butacas.

—Pues claro. ¿No has leído el programa?

—Sí, pero no parece el mismo. Es como si fuese otra persona.

—Desde luego que sí. —No piensa decirlo delante de Rayco, pero Mónica apenas puede desviar la mirada de ese hombre de máscara y capa. Es como si una fuerza invisible la obligara a admirarlo.

—La chica es guapa.

—Aham.

—Por cierto, me ha llamado un tipo de la cadena SER con el que comparto amistades. No sé cómo habrá dado con mi número, pero quería información del caso. Off the record, me ha dicho. Será capullo.

Mónica se vuelve alarmada.

—¿Le has dicho algo?

—Por esta vez he podido despacharlo, pero volverá a llamar. Esa gente no se rinde con una sola negativa.

—Bien. A la próxima dile que me llame a mí. Vamos a decirle a la prensa que estamos siguiendo la pista de un asesino de mujeres jóvenes.

—Pero eso no es lo que…

—Es igual. Esos carroñeros van a publicar lo que les venga en gana, al menos que tengan una mentira jugosa. Ahora calla, viene lo mejor.

Javier Conde, poseído ya del todo por Erik el fantasma, seduce a la dama al otro lado del espejo.

«¡Ay, qué insolente es el muchacho, piensa que tu gloria es suya! ¡Ay, qué ignorante mamarracho, juega con mi triunfo!».

—Lo hace bien, ¿eh? —susurra Rayco.

—Muy bien. Anda, date una vuelta a ver si ves a alguien de aspecto sospechoso. Si ese hombre va a por Conde y su entorno, seguramente esté entre el público.

—¿Y a quién se supone que tengo que buscar?

—Pues a una monja no, canario. Usa tu instinto de poli. ¿No os enseñaron



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