En mitad de la tormenta by Carla Calvo

En mitad de la tormenta by Carla Calvo

autor:Carla Calvo [Carla Calvo]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788418646911
Google: DdJOEAAAQBAJ
Amazon: B09M23GH67
Goodreads: 59799316
editor: Selecta
publicado: 2021-12-09T00:00:00+00:00


Capítulo 11

La casa de Abigaíl es justo todo lo que Micaela se hubiera esperado encontrar y, al mismo tiempo, nada de lo que se había podido imaginar. Para empezar, en ningún caso se hubiera imaginado que acabaría yendo al piso de Abigaíl. No después de haber salido corriendo de una supuesta gala benéfica en cuanto empezó a llover para refugiarse en un McDonald’s donde habían pasado hablando más de dos horas. Ni que cuando Abigaíl le ofreciera ir a dormir a su piso tras ver las tarifas abusivas de Uber a esas horas de la noche, Micaela se fuera a convencer de que lo más sensato era decir que sí.

Pero todo eso ha pasado igualmente y ahora está descalza en mitad del salón de Abigaíl, mirando la estantería llena de zapatillas que parece cumplir fines decorativos más que prácticos.

—Bienvenida al siglo veintiuno —se mofa Abigaíl a sus espaldas, dejando una botella de agua en la mesa de café y sentándose en el sofá.

—Sigo sin entender para qué necesitas tantos zapatos.

Micaela la sigue, sentándose a su lado con las piernas recogidas bajo su cuerpo y cogiendo el vaso de agua que la chica le ha dejado junto a la botella. Se lo bebe prácticamente de un trago, de pronto dándose cuenta de la sed que tiene y lo llena de nuevo, esa vez bebiendo más despacio.

—Hay peores cosas que coleccionar —contesta Abigaíl, encogiéndose de hombros.

—¿Te las pones todas? —pregunta Micaela, inclinándose para dejar el vaso de nuevo sobre la mesa.

—Sí. Algunas más que otras, pero sí —explica mientras juguetea con la fina cadena de oro que lleva en el cuello—. Intento conservarlas como nuevas, pero si no las voy a usar no me las compro o, bueno, las revendo.

Micaela asiente, pensativa. En realidad, las bromas de Abigaíl están más cerca de la realidad de lo que le gustaría admitir, porque a veces cuando están juntas se siente como si estuviera ante una realidad paralela. No solo por el hecho de que de pronto ha sido consciente de que tiene poderes mágicos, sino porque sus vidas son radicalmente opuestas. Aunque a medida que pasan tiempo juntas, se da cuenta de que tienen más cosas en común de las que pensaba.

—Oye —dice Abigaíl, tras unos segundos de silencio, dándole un golpecito con los dedos del pie en la rodilla. Micaela se sonroja ante el contacto, incapaz de apartar la mirada de su pierna hasta que la aparta—. ¿Tú no tienes ninguna colección rara?

—¿Por qué tiene que ser rara? —contesta Micaela tras carraspear, aclarándose la garganta.

—No sé, te pega. ¿Calcetines de puntilla? ¿De zapatos Oxford?

—Dios, estás obsesionada con mis calcetines, eh —se queja, pero no puede evitar reírse.

—Es una obsesión justificada. Son mi prueba principal de que no perteneces a esta línea temporal.

Micaela pone los ojos en blanco, esa vez su turno para darle una patada. Pero antes de que su pie entre en contacto con la pierna de Abigaíl, esta le pone la mano en el empeine, parando el golpe y tirando de ella para acercarla en el sofá hasta que se coloca el pie en su regazo.



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