En islas extremas by Amy Liptrot

En islas extremas by Amy Liptrot

autor:Amy Liptrot [Liptrot, Amy]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2017-10-31T16:00:00+00:00


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PAPAY

A PESAR DE QUE LA UBICACIÓN de Papay es bastante remota, sus habitantes no llevan una vida aislada. En invierno hay un calendario de eventos comunitarios. La isla está organizada en diferentes comités y, para el sábado 1 de diciembre, el «Comité senderista de Papay», una denominación medio en broma, medio en serio, ha planificado una ruta alrededor de la isla. Debíamos encontrarnos a mediodía en el puerto viejo y llevar linternas: recorreremos unos dieciocho kilómetros y empezará a anochecer a las tres y veinte. Está granizando y temo ser la única excursionista, dejándome llevar por el entusiasmo de la recién llegada, pero va apareciendo más gente. Nos dirigimos hacia el sur por la costa este bordeando calas irregulares y bahías sinuosas, persiguiendo al sol de invierno por la parte más meridional de la isla.

Charlar con la gente mientras vas caminando es una buena táctica de los exalcohólicos para combatir la ansiedad. Resuelve el problema de qué hacer con el cuerpo en lugar de empinar el codo. Todos los que no han nacido o crecido aquí tienen su propia historia de cómo llegaron a Papay, cada vez más depurada de tanto contarla. Algunos se «enamoran» de una isla en particular y esperan años la llegada del momento en que pueden dejar su vida en el sur y mudarse al norte. A otros simplemente les atrae lo baratas que son las viviendas y compran una casita de campo en ruinas a la que se mudan sin haberla visitado siquiera. Daniel me habla de los dos años que pasó trabajando en la barca de Douglas, un empleo en el que comenzó, sin experiencia previa, el primer día que llegó a la isla desde Inglaterra. Marie me relata cuando cayó en la cuenta de que, al ser enfermera, podía trabajar en cualquier parte. Las islas del Norte eran un buen sitio para vivir, así que su marido y ella se compraron una casa y se mudaron desde el sur de Inglaterra.

Muchos isleños tienen más de un trabajo: David, el granjero que se ocupa de las avionetas, también es guardacostas, y Anne, que vive cerca de Rose Cottage, es cartera, madre de cuatro hijos, conserje en el colegio y creadora de unas joyas preciosas y delicadas hechas con lo que se encuentra en la playa, como caracolillas y cristales bruñidos por el mar.

El censo de 1851 registró 371 habitantes en Papay. Al pasar por delante de las casas de campo, ahora ruinosas, repartidas por la costa, me las imagino llenas de familias con muchos hijos. La población actual de setenta personas parece el número indispensable para mantener ciertos servicios como una tienda o el colegio. Las islas que no tienen esta infraestructura resultan menos atractivas para los nuevos habitantes. Gracias a la llegada de nuevos vecinos, la población ha aumentado de los cincuenta y pocos residentes que había a mediados de los noventa y ahora hay seis niños en la escuela.

Nuestras islas ahora son una mezcla extraña de «gente del sur», de carácter excéntrico



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