En azúcar de sandía by Richard Brautigan

En azúcar de sandía by Richard Brautigan

autor:Richard Brautigan [Brautigan, Richard]
Format: epub
Tags: satírica-humor
editor: www.papyrefb2.net


Tiempo

Pasaron los años y enHERVOR siguió viviendo junto a la Olvidería, y fue reuniendo lentamente una banda de hombres que eran iguales que él, creían en las mismas cosas que él, se comportaban igual que él, cavaban en la Olvidería y bebían whisky destilado de las cosas que encontraban.

A veces hacían que a alguno de la banda se le pasara la borrachera y lo mandaban al pueblo para vender cosas olvidadas que eran especialmente hermosas o curiosas, o libros que en aquella época utilizábamos como combustible, porque había millones de ellos desperdigados por la Olvidería.

Compraban pan y comida y más cosas a cambio de las cosas olvidadas, y así vivían sin tener que hacer nada más que cavar y beber.

Margaret se convirtió en una joven muy hermosa y siempre estábamos juntos. Un día Margaret vino a mi choza.

Supe que era ella antes incluso de que entrara porque la oí pisar la tabla que siempre pisa, y eso me gustó y me provocó un hormigueo en el estómago parecido al de una campana entreabierta.

Llamó a la puerta.

—Entra, Margaret —dije.

Entró y me besó.

—¿Qué haces hoy? —dijo.

—Tengo que ir a yoMUERTE y trabajar en mi estatua.

—¿Todavía trabajas en esa campana? —preguntó.

—Sí —contesté—. La cosa va bastante lenta. Me está llevando demasiado tiempo. Me alegraré cuando se acabe. Estoy harto de ella.

—¿Qué harás después? —dijo.

—No lo sé. ¿Quieres hacer algo, cielo?

—Sí —dijo—. Quiero ir a la Olvidería y hurgar por ahí.

—¿De verdad? —pregunté—. Desde luego, pasas mucho tiempo por ahí.

—Es un lugar curioso —dijo.

—Prácticamente eres la única mujer a la que le gusta ese lugar. enHERVOR y su banda ahuyentan a las demás mujeres.

—Me gusta ir allí. enHERVOR es inofensivo. Todo lo que quiere es estar borracho.

—Muy bien —dije—. No pasa nada, cielo. Ven a buscarme luego a yoMUERTE. Estaré contigo en cuanto le haya dedicado unas horas más a la campana.

—¿Vas a ir ahora? —preguntó.

—No, antes tengo unas cuantas cosas que hacer aquí.

—¿Puedo ayudarte? —dijo Margaret.

—No, son unas pocas cosas que tengo que hacer solo.

—Muy bien, pues. Nos vemos.

—Primero dame un beso —dije.

Se me acercó, la estreché entre mis brazos con fuerza y la besé en la boca, y ella se marchó riendo.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.