Empezar by Mona Kasten

Empezar by Mona Kasten

autor:Mona Kasten [Kasten, Mona]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-10-14T00:00:00+00:00


* * *

Noté unas sacudidas en el hombro, pero no les hice ni caso. El sueño en el que me encontraba inmersa era demasiado perfecto. La mano desapareció unos instantes, pero luego me acarició el muslo, la cintura…

Me desperté tan sobresaltada que mi cabeza estuvo a punto de chocar contra el techo y empecé a jadear desconcertada. Luego me di cuenta de que ya no llevaba el cinturón de seguridad abrochado y levanté la cabeza: Kaden me miraba con preocupación.

Sólo era Kaden. Sólo él.

Aliviada, respiré hondo. Algo ansiosa, eso sí. Necesité unos segundos para recomponerme del susto, pero enseguida pude volver a mirarlo a los ojos.

—Ya hemos llegado —dijo en voz baja con la frente fruncida. Me lanzó una mirada de recelo, pero tampoco me pidió explicaciones y yo lo agradecí enormemente.

Finalmente eché un vistazo por la ventanilla del coche.

Nos encontrábamos en el camino de acceso a una casa blanca con un acogedor porche en la parte frontal y en los laterales. La casa era pequeña y reclamaba una mano de pintura en determinadas zonas, pero con el banco bajo la ventana de la cocina, las macetas llenas de flores en el porche de madera oscura y el tejado a dos aguas, parecía realmente acogedora. La atmósfera de calidez que transmitía se extendía a toda la finca.

—¿Es aquí donde creciste? —pregunté mientras abría la puerta del coche.

Kaden me imitó y se plantó junto a mí justo cuando me echaba la bolsa al hombro.

—En parte, sí. Mis padres se separaron poco después de que yo cumpliera los once años —me explicó cruzando las manos tras la cabeza y levantando la mirada hacia la casa de su madre con una sonrisa que no parecía especialmente feliz—. A partir de entonces, cada fin de semana cambiaba esta casa por la de mi padre, que está al otro lado de la ciudad.

Cerré los labios y lo contemplé. Tenía la mandíbula tensa, me di cuenta de lo mucho que se esforzaba en ocultar lo que sentía, y una vez más comprobé lo mal que se le daba. Probablemente se debía a su impulsividad, pero la mayoría de las veces era capaz de ver a simple vista lo que le ocurría por dentro.

Oí un fuerte chirrido y el rostro de Kaden se iluminó de inmediato. La sonrisa que estaba esbozando se volvió más sincera, y las arruguitas que se le formaron alrededor de los ojos eran la mejor prueba de ello.

—¡Es una historia trágica, ya hemos derramado muchas lágrimas y no creo que sea el día más adecuado para hablar de ello!, ¿verdad, Kaden? —gritó una voz femenina que me hizo volver la cabeza de repente.

La madre de Kaden salió por la puerta azul marino de la casa y se detuvo en el porche. Enseguida me di cuenta de lo mucho que se parecían. Tenían el mismo color de pelo, los mismos ojos, y también la misma expresión cuando sonreían. Aquellas arruguitas que tanto me gustaba ver las había heredado de ella. Spencer no se había equivocado en absoluto: la madre de Kaden era preciosa.



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