Emma (Los mejores clásicos) by Jane Austen

Emma (Los mejores clásicos) by Jane Austen

autor:Jane Austen
La lengua: spa
Format: epub
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2015-05-25T00:00:00+00:00


10

El aspecto de la salita, al entrar, era la tranquilidad misma. La señora Bates, privada de su tarea acostumbrada, dormitaba junto al fuego; Frank Churchill, en una mesa a su lado, estaba atareado en sus gafas, y Jane Fairfax, de pie de espaldas a ellos, observaba su pianoforte.

Sin embargo, atareado como estaba, el joven pudo mostrar un rostro muy feliz al volver a ver a Emma.

—Es un placer —dijo en voz más bien baja— que lleguen por lo menos diez minutos antes de lo que yo había calculado. Me encuentran tratando de ser útil; díganme si creen que tendré éxito.

—¡Cómo! —dijo la señora Weston—. ¿Todavía no ha terminado? No se ganaría muy bien la vida, a ese paso, como oficial platero.

—No he trabajado todo el tiempo —contestó—, he estado ayudando a la señorita Fairfax a hacer que su instrumento sonara de modo estable; no estaba muy firme; creo que una desigualdad en el suelo. Ya ve que hemos calzado una pata con papel. Ha sido muy amable en convencerlas de que vinieran. Casi temía que se volverían a casa a toda prisa.

Se las arregló para que Emma se sentara a su lado, y se ocupó suficientemente en buscarle la mejor manzana asada y en tratar de que ella le ayudara o le aconsejara en su trabajo, hasta que Jane Fairfax estuvo preparada para volverse a sentar al pianoforte. Que no estuviera preparada ya del todo, sospechó Emma que era por el estado de sus nervios; todavía no llevaba en posesión del instrumento tanto tiempo como para tocarlo sin emoción; tenía que usar la razón para hacerse capaz de interpretar; y Emma no pudo menos de compadecer tales sentimientos, cualesquiera que fuera su origen, y hubo de decidir que era mejor que quedaran escondidos.

Por fin empezó Jane, y, aunque los primeros compases sonaron débilmente, poco a poco hizo plena justicia a las posibilidades del instrumento. La señora Weston ya había estado encantada, y volvió a sentirse encantada; Emma se unió a ella en la alabanza; y se declaró que el pianoforte, con todo el análisis debido, era de la mayor promesa.

—Quienquiera que fuera la persona a quien se lo encargara el coronel Campbell —dijo Frank, con una sonrisa hacia Emma—, no está mal elegido. Había oído hablar mucho en Weymouth del buen gusto del coronel Campbell, y la suavidad de las notas altas es exactamente lo que él y todo ese grupo apreciarían más. Me atrevo a decir, señorita Fairfax, que o bien dio a su amiga unas instrucciones muy detalladas o él mismo escribió a Broadwood. ¿No cree?

Jane no se volvió a mirar. No estaba obligada a oír. En ese momento le hablaba la señora Weston.

—No está bien —dijo Emma en un susurro—, mi conjetura fue al azar. No la trastorne.

Él movió la cabeza con una sonrisa y pareció tener muy pocas dudas y muy poca misericordia. Poco después volvió a empezar:

—¡Cuánto deben de estar disfrutando sus amigos de Irlanda con lo que usted disfruta en esta ocasión, señorita Fairfax!



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