Emma by Jane Austen

Emma by Jane Austen

autor:Jane Austen [Austen, Jane]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1815-01-01T05:00:00+00:00


CAPÍTULO XXX

EMMA sólo echaba de menos una cosa para que el proyecto del baile fuese completamente satisfactorio: el que la fecha fijada cayera dentro de las dos semanas que su familia había concedido a Frank Churchill para su estancia en Highbury; pues, a pesar de la confianza del señor Weston, la joven no consideraba tan imposible que los Churchill no consintieran a su sobrino quedarse allí un día más de los quince que le habían concedido. Pero esto no era factible. Los preparativos requerían tiempo, y no podía prepararse nada para antes de que empezara la tercera semana de su estancia, y durante unos cuantos días tenían que hacer planes, preparativos y concebir esperanzas en la incertidumbre —en el peligro—, según su opinión el gran peligro, de que todo fuera en vano.

Sin embargo, en Enscombe se mostraron generosos, generosos en los hechos, ya que no en las palabras. Evidentemente, su deseo de quedarse más tiempo allí les contrarió; pero no se opusieron. Se hallaban, pues, seguros, y se siguió adelante con el proyecto; y como una preocupación generalmente al desaparecer cede su lugar a otra, Emma, una vez ya segura de que el baile iba a efectuarse, empezó a considerar con inquietud la provocadora indiferencia que el señor Knightley mostraba para con estos planes. Ya fuera porque él no bailaba, ya porque los planes se habían hecho sin consultarle, parecía haber decidido que no sentía ningún interés por aquello, que no sentía ninguna curiosidad por enterarse de los detalles, y que para él la fiesta no iba a proporcionarle ningún género de diversión. Cuando Emma, entusiasmada, le explicó de lo que se trataba, no logró obtener una respuesta más aprobadora que ésta:

—Perfectamente. Si los Weston consideran que vale la pena tomarse todas estas molestias por unas cuantas horas de ruidosas expansiones, yo no tengo nada que decir en contra, pero que nadie quiera elegirme las diversiones por mí… ¡Oh, sí! Claro está que tengo que ir; no puedo negarme; y procuraré estar tan animado como pueda; pero preferiría quedarme en casa repasando las cuentas que cada semana me presenta William Larkins; confieso que preferiría esto mucho más. ¿Es un placer ver cómo bailan los demás? No para mí, se lo aseguro… Nunca me ha gustado ver bailar… ni sé de nadie que le guste. En mi opinión, el bailar bien, como la virtud, no necesita espectadores, y la satisfacción que proporciona basta. Generalmente los que se quedan a ver bailar suelen estar pensando en otras cosas muy diferentes.

Emma se dio cuenta de que se estaba refiriendo a ella, y esto la puso fuera de sí. Sin embargo no era para favorecer a Jane Fairfax que se mostraba tan indiferente y tan ofensivo; no pensaba en ella al censurar la idea del baile, ya que Jane se hallaba entusiasmadísima con el proyecto; tanto que parecía más alegre, más franca, y le había dicho por propia iniciativa:

—¡Oh, señorita Woodhouse! Supongo que no ocurrirá nada que impida que se dé el baile. ¡Qué desilusión tendríamos! Confieso que pienso en este baile con muchísima ilusión.



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