El tiempo heredado by Emilio Gutiérrez Caba

El tiempo heredado by Emilio Gutiérrez Caba

autor:Emilio Gutiérrez Caba [Gutiérrez Caba, Emilio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2019-10-31T16:00:00+00:00


EMBARAZO

Desde que mi madre regresó de Italia siguió interviniendo en el rodaje de varias películas filmadas en Madrid, películas en las que lo mismo hacía de campesina soviética (Boda en el infierno) que de cantante cursi (Torbellino) o de criada (¡A mí no me mire usted!), dejando en todas ellas su impronta de actriz pese a lo breve de alguna de sus intervenciones. Gracias a esas pequeñas incursiones en el mundo del cine podía sostener el enorme gasto que significaba mantener una familia de cinco miembros de los cuales únicamente dos de ellos trabajaban y uno solo, ella, era el verdadero sostén económico de la casa.

Pero mi madre estaba enferma. A lo largo de estos años, desde que le fue detectado y extirpado el tumor de su pecho, había tenido que acudir a los médicos con frecuencia y gastar sumas considerables que ningún seguro cubría. Es bien cierto que la generosidad de alguno de ellos rebajando sus honorarios hizo más llevadera la situación.

La verdad es que era comprensible que mi padre estuviera deprimido, angustiado por las condiciones: dos hijas aún adolescentes que nada podían aportar para sostener a la familia, un anciano sin apenas ingresos a quien había que mantener prácticamente y sabiendo lo delicado de la situación de mi madre, que podía ver agravada su dolencia y desaparecer en semanas o como mucho en meses. Sí, desde la perspectiva de los años y la edad, uno juzga menos severamente ciertos comportamientos, ciertas maneras de ser. Creo que es una de las pocas cosas que te da la edad: comprensión ante ciertas actitudes, ante ciertas reacciones. La intolerancia debería estar reñida con las canas, aunque no sea así muchas veces.

En el caso de mi padre creo que tanto mis hermanas como yo entendimos al cabo de los años por qué se acostaba tan tarde, por qué se le notaba desanimado y serio, por qué, habiendo entrado a formar parte de una familia donde se vivía desahogadamente en los años veinte, se podía preguntar cada día cómo se torcieron las cosas en los años treinta y ya nunca volvieron las épocas de prosperidad; qué se había hecho mal para que todo hubiese sido así y no de otra manera.

Me atrevo a aventurar que el componente más importante en la vida de las personas es la suerte, la casualidad, el azar, algo tan estúpido como la vida en sí misma, tan incontrolable como un terremoto. Y en mi familia ese algo mágico desapareció hacia 1928, repuntó algo en 1932 y se desplomó en 1936 para no volver a surgir hasta bastantes años después. En marzo de 1942 mi madre constató que era el tercer mes que la regla se le había interrumpido; tenía cuarenta y dos años y, antes de ir al ginecólogo, supongo que en su cabeza, rondaban dos ideas: aquella interrupción de la regla podía ser debida a una alteración relacionada con su enfermedad o a que había entrado en la menopausia. Mi hermana Irene la acompañó una mañana al



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