El tercer hombre by Graham Greene

El tercer hombre by Graham Greene

autor:Graham Greene
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1950-01-01T05:00:00+00:00


[10]

Yo había vigilado muy de cerca los movimientos de Martins desde que supe que no había tomado el avión para volver a su país. Le habían visto con Kurtz y en el teatro Josefstadt; sabía de su visita al doctor Winkler y al coronel Cooler y de su primer regreso al bloque donde había vivido Harry. Por alguna razón mi hombre le había perdido entre el piso de Cooler y el de Anna Schmidt; me informó que Martins había dado muchas vueltas por la ciudad y nuestra impresión era que había despistado deliberadamente a su perseguidor. Intenté cogerle en el hotel, pero se me escapó por poco.

Los acontecimientos habían dado un giro inquietante y me parecía que había llegado el momento de tener otra entrevista. Tenía que explicar muchas cosas.

Puse un escritorio muy amplio entre los dos y le di un cigarrillo. Le encontré mustio, pero dispuesto a hablar, dentro de unos límites estrictos. Le pregunté por Kurtz, y me pareció que contestaba satisfactoriamente. Le pregunté por Anna Schmidt, y entendí de su respuesta que había estado con ella después de visitar al coronel Cooler; así pude rellenar uno de mis huecos. Le tanteé con el doctor Winkler, y también contestó rápidamente.

«Se ha movido usted mucho», dije. «¿Ha averiguado algo sobre su amigo?»

«Sí», dijo. «Lo tenía usted ante sus narices, pero no lo vio.»

«¿Qué?»

«Que le asesinaron.»

Aquello me cogió por sorpresa: durante un tiempo había jugado con la idea de que podía ser un suicidio, pero hasta ésa la había descartado.

«Siga», le dije.

Intentó eliminar de su historia toda referencia a Koch al hablar de un informante que había visto el accidente. Eso hizo que su relato fuera bastante confuso y al principio no comprendí por qué daba tanta importancia al tercer hombre.

«No se presentó en la investigación y los otros mintieron para no comprometerle.»

«Tampoco se presentó su hombre: no veo qué importancia puede tener eso. Si fue un accidente de verdad tenemos todas las pruebas necesarias. ¿Por qué meter a otro tipo en un lío? Quizá su mujer pensara que estaba de viaje; tal vez fuera un oficial que estaba ausente sin permiso: a veces hay personas que vienen a Viena sin permiso desde sitios como Klagenfurt. Ya sabe lo que atraen los encantos de la gran ciudad.»

«Hay algo más que eso. Han asesinado al hombrecillo que me lo contó. Al parecer no sabían qué más había visto.»

«Vamos por el buen camino», dije. «Se refiere usted a Koch.»

«Sí.»

«Que yo sepa, fue usted la última persona que le vio vivo.» Como ya he dicho, le interrogué con el fin de averiguar si le había seguido alguien más hábil que mi hombre hasta la casa de Koch sin que él le viera. Le dije:

«La policía austríaca tiene muchas ganas de endosarle a usted eso. Frau Koch les contó cuánto le preocupó a su marido su visita. ¿Quién más sabía de ella?»

«Se lo conté a Cooler», dijo excitado. «Supongamos que inmediatamente después de que yo me fuera llamó para contarle la historia a alguien, al tercer hombre.



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