El templo de las ilusiones by Pauline Gedge

El templo de las ilusiones by Pauline Gedge

autor:Pauline Gedge [Gedge, Pauline]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1995-12-31T16:00:00+00:00


9

* * *

Men ya esperaba fuera, cubierto con su manto.

—He hablado con Shesira —dijo, mientras echaba a andar por el sendero—. Si alguien viene a llevarse a Tajuru, debe hacerla esconder dentro del granero y permitir que los soldados registren sin trabas. ¡Qué desagradable es este asunto!

Me puse a su lado y lo cogí de un brazo.

—No creo que debamos usar el esquife, amo —dije—. Paiis ya debe de haber previsto cuál será nuestro próximo movimiento. Puede que esté haciendo vigilar tu portón y también el de Nesiamón; hasta es posible que sus soldados ronden las entradas del palacio. Deberíamos escabullimos por el muro trasero y avanzar por detrás de las fincas. Pon a un par de sirvientes bien escondidos en el esquife y ordénales que remen hasta el embarcadero de Nesiamón, pero con lentitud. Y por supuesto que no hablen.

—Bien. Espera aquí —susurró antes de desaparecer.

No tardó en regresar con Setau y un criado de la casa, ambos cubiertos con mantos largos.

—Mantened las caras cubiertas hasta que estéis bien lejos del embarcadero —les dijo—. Cuando lleguéis a los peldaños de Nesiamón, amarrad allí, pero pasad un rato en el bote, fingiendo que habláis sobre vuestros próximos movimientos. Kaha y yo necesitamos tiempo. No lo sabemos con certeza, pero creemos que los hombres del general Paiis están vigilando ambas propiedades.

Después de darles una cordial palmada en el hombro, giró en dirección contraria y yo le seguí hacia la oscuridad.

Una vez en la parte posterior de los jardines, utilizamos el borde del pozo, que había sido excavado contra el muro circundante, para elevarnos hasta lo alto y pasar a la callejuela trasera, llena de basura. Describía aproximadamente una curva: en un sentido, hacia el lugar en que el lago se estrechaba y en el otro, hacia el enorme recinto donde vivían y hacían ejercicio los soldados. A ambos lados se veía la parte de atrás de muchas fincas aristocráticas, que no se utilizaba para el tráfico. Estaba obstruida por los desechos que perezosos sirvientes de cocina arrojaban sobre los muros; sus habitantes eran gatos salvajes. Giramos hacia la izquierda, pues Nesiamón vivía cerca del estrechamiento del lago, no lejos de las fábricas a su cargo.

No nos encontramos con nadie. Nos escabullíamos a la sombra de las sucesivas cercas, tropezando con innumerables desperdicios y nuestro avance era lento. Nos parecía menos rápido de lo que en realidad era, pues cada muro parecía prolongarse lóbregamente sin tener fin, alargado por el tibio claro de luna, y la superficie desigual era imprecisa bajo nuestras sandalias. Pero al fin Men se detuvo, con la mano apoyada en los ladrillos de barro.

—Creo que es ésta —susurró—. En algún lugar perdí la cuenta. Ésta debe de ser la rama de esa gran acacia que Nesiamón no permite derribar. Sube a mis hombros, Kaha. Tú tendrás que ir en busca de Nesiamón. Yo soy demasiado viejo para andar escalando paredes.

Deposité mi precioso paquete al pie de la cerca y me quité las sandalias. Men se agachó para que yo me elevara, balanceándome con una mano en los ladrillos.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.