El tapiz del destino by Leila Milà

El tapiz del destino by Leila Milà

autor:Leila Milà
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Romántico
publicado: 2014-12-23T01:00:00+00:00


Róta seguía maravillada mirando a su alrededor. Al final Drew la había sacado de Vic, ciudad donde vivía y capital de la comarca de Osona, perteneciente a la provincia de Barcelona.

No le extrañaba que Arya estuviese enamorada de su tierra al igual que lo estaba Drew. Cerró los ojos al aspirar el húmedo olor de la tierra y escuchó el murmullo de los pájaros, así como el sonido que hacían las hojas al ser mecidas por el aire. Si la plana de Vic la había asombrado por su alcance, aquel pequeño pueblo la había atrapado.

Rupit parecía congelado en un punto muerto del tiempo. Se alzaba sobresaliendo sobre la rocosa colina, estaba cruzado por un río haciendo que parte del pueblo quedase dividido y conectado por un largo puente ondulante, el agua bajaba brava y limpia de las montañas. Hacía muchísimo frío, pero el paisaje era precioso, verde y con alguna mota de blanco por la nieve. Lo que más le impresionó fue ver como las casas de piedra grisácea se abigarraban alrededor del castillo y su iglesia. Las plazas se abrían alrededor de las construcciones, que mantenían aquel tipo de estructura montañesa. Había balcones plagados de instrumentos de campo, patos en las riberas e impresionantes paredes de roca.

Según le había dicho Drew, estaban al noreste de Osona y al este de la Sierra de Cabrera, y el pueblo estaba integrado por dos núcleos: Rupit y Pruit, que fueron independientes hasta el año 1977.

Después de dejar el coche en la entrada, ascendieron caminando hasta el puente. Drew le cogió la mano y lo cruzaron a la carrera riendo como críos, ya que el puente se balanceaba amenazadoramente. Comportándose ya como adultos, subieron hasta la parte del castillo y la iglesia de San Juan de Fábregas. Recorrieron sus calles y escalinatas. Algunos pasajes eran estrechos y oscuros, y otros tan fantásticos que cualquiera podía dejarse arrastrar por su magia e imaginar miles de historias sobre caballeros y princesas.

Róta señaló las casas al borde del cortante precipicio, le gustaba el contraste de la piedra gris y el rojo de la teja. La escalera de subida era increíble en su parte oriental, parecía fusionarse con la piedra y la pared de una de las casas. Drew no dejaba de observarla feliz.

El paisaje del Collsacabra era sin duda una bella muestra de equilibrio entre geología y construcción humana. Rupit estaba entre els cingles d’Aiats y la Garrotxa, a ochocientos cuarenta y cinco metros de altitud, bajo la peña rocosa donde se asentaban las bases del castillo, y que ayudaba a mantener su estructura medieval. Las calles estaban empedradas, las casas eran rústicas y el puente colgante se mantenía con su estructura de madera. Las masías eran increíbles, esa arquitectura en comunión con la naturaleza la hacían única. La lástima era que con el invierno la vida de las terrazas desaparecía y no había ni rastro de mesas fuera en los bares. Así que, tras comer unos bocatas.

Al final Drew la llevó al Salto de Sallent, justo el lugar en el que se encontraban.



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