El suicidio del poder en Venezuela by Juan Carlos Zapata

El suicidio del poder en Venezuela by Juan Carlos Zapata

autor:Juan Carlos Zapata [Zapata, Juan Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Comunicación, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 2012-10-31T16:00:00+00:00


XII. El dinero en campaña

Aquel tiempo de 1998. Días de nervios crispados. Ya buena parte del capital anda comiéndose las uñas. Pero otra no. Otra monta la apuesta. Una mañana, la Asociación de Corredores invita al candidato Chávez a que explique en la sede de la Bolsa de Caracas su programa de gobierno. Los corredores terminan aplaudiéndolo de pie. Chávez les dice lo que desean escuchar. Una década después, esto: no hay mercado de capitales. Casas de Bolsa intervenidas. Directivos presos. Corredores en el exilio. ¿Los nervios? Peores. ¿Cómo palpitaba el dinero en 1998? Entre confundido y necesitado de refugio. La seriedad y jefatura de Luis Alfaro Ucero concita que ante una Irene Sáez que se desinfla y un Chávez que sube, los empresarios y banqueros observan inicialmente con prioridad al abanderado de AD. Alfaro es el que puede, reza el eslogan adeco. El Grupo Cisneros, el Grupo Polar, banqueros como Ignacio Salvatierra (Banco Unión), Arístides Maza Tirado (Banco Caroní), Víctor Gill Ramírez (Interbank), José María Nogueroles (Banco Caracas) y empresarios como Franco D’Agostino, Umberto Petricca, Beto Finol, son, en principio, los contribuyentes. Sin embargo, la realidad electoral los obliga acercarse también a la candidatura de Hugo Chávez. Todo banquero es gobiernero, repite Nogueroles. Y Petricca, contratista, constructor de carreteras y autopistas en gobiernos adecos y copeyanos se acerca al comando de Hugo Chávez haciendo uso de dos canales: el gobernador del Zulia, comandante Francisco Arias Cárdenas, y el operador financiero de este, Danilo Díaz Granados. Petricca ha establecido relaciones inmejorables con Arias Cárdenas, alzándose con los contratos de pavimentación de las vías del Zulia. El llamado Rey del Asfalto se enorgullecía de su línea muy personal:

—Chávez no va a gobernar con chinos.

Eso dicen también aquellos que marcan tarjeta. Marcar tarjeta es un decir. La verdad es que llevan el cheque. Entregan la contribución. Luego se encuentran con otros en un bar… ¿cuál era el bar de moda? No La Catedral, ni por asomo. Es el Mostaza, propiedad de un joven operador, Carlos Kaufman, más tarde gran operador en el gobierno de Chávez. En ese bar comparten. Se confiesan: Ya fui. ¿Tú fuiste? La expresión tiene sentido. En su fuero interno cada quien cree estar comprando un seguro de vida.

Tobías Carrero, desde su posición de paisano de Barinas, amigo de Chávez y presidente y dueño de Multinacional de Seguros, los termina de acercar a todos. «Todos dieron dinero», se conocerá después, retirada la marea. Hay hasta quienes lo invitan a su casa. Y qué simpático es el candidato Chávez. Se hace acompañar, por cierto, de un muy joven Alejandro Andrade que se medio baja los pantalones para mostrar la marca, la herida de bala, en una de las piernas. Huella imborrable de su hazaña de golpista. Después completaría su épica en la Tesorería Nacional. Como tesorero nacional. Haciendo fiesta con los dineros públicos. Contribuyendo al caos, al despilfarro impuesto por Chávez en la administración central. Con Andrade hay banqueros que se vuelven más ricos. Hay seudobanqueros que se enriquecen. Y hay operadores, que levantan fortunas de la nada.



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