El Sol de los Muertos by Ivan Shmeliov

El Sol de los Muertos by Ivan Shmeliov

autor:Ivan Shmeliov [Shmeliov, Ivan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama
editor: ePubLibre
publicado: 1922-12-31T16:00:00+00:00


EN EL CAMINO DESIERTO

Septiembre se acaba. Han cesado los vientos del equinoccio de otoño, se han llevado el calor. En esta época el tiempo es seco, suave. El aire es diáfano, débil. Y todo resuena, resuena secamente. Las pendientes marchitas resbalan y brillan con intensidad. Los saltamontes, una minucia seca, estallan en ellas como salpicaduras grises. El cardo corredor abatido por el viento corretea escandaloso por los arbustos. Día y noche zumban las cigarras, dan cuerda a sus muelles.

Kastel empieza a dorarse. En el valle, por las colinas cercanas, cada vez hay más manchas encarnadas y rojizas en unas viñas que se van secando, por el carpe y el robledal. Cada mañana reparo en que las manchas han trepado más arriba y que en los bosques emerge más roca gris: los bosques se secarán, se volverán translúcidos. Un amargor fuerte, oloroso, se arrastra desde la colina, el vino montañés del otoño, la roca del ajenjo. Lo bebes al alba y parece que te picara un poco, como el champán. Vino alegre…

Y la pared desnuda de Kush-Kaia, exactamente igual, igual que una crónica: una mano desconocida escribe en ella. Absorbe todo, lo ve todo. Miras su roca serena y piensas en el desierto… Alrededor hay tanta calma… Pero yo sé que en todas esas piedras, por viñas y collados, están pegados, asidos a las grietas y ocultos los insectos-humanos, viven pero no respiran. ¡No se oye nada! Ni gritos, ni gemidos. Miran el otoño, pero el otoño hace su trabajo: desnuda.

Lo sé… sé que alrededor hay calma.

Hace poco estuve allí, deambulé por un camino desierto, por la orilla. Así, sin objetivo, igual que el cardo corredor remolinea al viento. Bostezaban las dachas blancas. Los cipreses desparramaban generosos sus piñas, cógelas, no te dé pena. Las abejas zumbaban en la menta salvaje, preparaban sus reservas invernales, ¡pequeñas mirasabidillas! Las arañas han esparcido por las lomas sus tejadillos de lienzo, cual rayos de sol, mientras ellas dormitan por los rincones, como si fueran mercaderes somnolientos que aguardan en sus frescos puestos. Lo sigo viendo así, todos mis sentidos agudizados y finos… Siento hasta las piedras, puedo hablar con el camino desierto. Me cuenta muchas cosas… ¿Puede que pronto me fusione con todos ellos y me revelen sus límites?…

Permanecí largo tiempo junto a la Roca Negra, donde el mar se había abierto un camino, estuve vigilando por si veía un cangrejillo entre las rocas. No salió el cangrejo. ¿Para qué quiero un cangrejo? ¿Acaso él me lo dirá? Fue hace mucho tiempo, en los cuentos de mi infancia… Entonces los lucios eruditos regalaban felicidad, las piedras de las encrucijadas te mostraban tu destino y sobre las tumbas cantaban las cañas… Eso fue hace mucho, hace tanto que nadie lo recuerda…

Estuve descansando sobre las rocas, el mar me aclaraba los pies. Un tártaro anciano se asía a la pendiente y con esfuerzo arrancaba hierba seca, ¿para qué?

—Salam Alaikum.

—Alaikum, —dijo con voz ronca el anciano agitando el brazo como si quisiera decir: ¡«alaikum» ha desaparecido, igual



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