El síndrome de Copérnico by Henri Loevenbruck

El síndrome de Copérnico by Henri Loevenbruck

autor:Henri Loevenbruck [Loevenbruck, Henri]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2006-12-31T16:00:00+00:00


59.

Me pasé una buena parte de la tarde vagabundeando por el Barrio Latino, todavía aturdido por el giro que habían tomado los acontecimientos. No acababa de creer que el abogado hubiera podido traicionarme así. Y sobre todo no comprendía por qué había actuado así… ¿Por qué no me había entregado de entrada a los hombres del chándal gris? ¿Qué necesidad había de montar esa mascarada? ¿Tal vez esperaba sacarme la información antes de que me pusieran las garras encima? Ésa era, sin duda, la mejor explicación. Pero me molestaba haberme dejado engañar así. Y sobre todo me preguntaba qué podía hacer ahora. Por supuesto, por el momento estaba fuera de cuestión pensar en reunirme con Agnès. Me había quedado a mi suerte, y eso me angustiaba terriblemente.

Al final de la tarde, cuando caminaba en dirección al Odéon, empecé a notar, de repente, los síntomas de una crisis epiléptica: la migraña, el zumbido, la pérdida de equilibrio, la vista que se nubla… Enseguida, lo sabía, las voces, los pensamientos de todas esas personas que me rodeaban, iban a inundarme. ¡No! ¡No quería oírlas más, no quería volver a sentirlas! ¡No soportaba más mi indefensión ante mi cerebro enfermo! Tenía que haber algún medio de resistirme, de defenderme.

Titubeante, me precipité hacia un banco en el que me dejé caer como un peso muerto. Doblado en dos, me cogí la cabeza entre las manos e intenté dejar la mente en blanco, expulsar el mundo exterior, los ruidos, los olores, los colores. Pero los susurros llegaron lentamente, penetrantes, envolviéndome, como una cantinela confusa. Tras recordar que había funcionado en casa de Agnès, me concentré de nuevo en la frase misteriosa de la torre SEAM. «Brotes transcraneanos…». Una a una, repetí esas palabras sin sentido, como si se tratara de una fórmula mágica. Y, progresivamente, el dolor de mi frente desapareció y los murmullos se alejaron. Poco a poco, las voces se fueron callando. Abrí los ojos. El mundo se había vuelto claro, único, fluido en su reconfortante normalidad. Había vencido la crisis.

Me levanté y volví a conseguir cierta calma, o al menos, algo parecido a la calma.

Pero ahora, ¿qué podía hacer? ¿Dónde iba a ir? Había vuelto al punto de partida, me veía confrontado a mi soledad y a mi único juicio, que, había que admitirlo, era todavía frágil.

Pensé un momento en el dosier del abogado que llevaba en la mochila. Estaba impaciente por ver qué contenía, pero la calle no era el mejor sitio para leerlo. Demasiados peligros. Tendría que esperar. De todas maneras, tenía que encontrar alguna habitación de hotel. Entonces, podría consultarlo con calma.

Retomé mi camino por el barrio estudiantil, con la cabeza escondida entre los hombros, e intenté poner cierto orden y resumir metódicamente el total de mis descubrimientos. En el fondo, mi investigación empezaba a tomar forma, empezaba a ver las cosas con más claridad; tenía incluso algunas convicciones. Pero todavía quedaban muchas preguntas, y tenía que avanzar, con o sin Agnès. Me pregunté dónde podía estar en ese momento.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.