El sabueso y la dama by Richard S. Prather

El sabueso y la dama by Richard S. Prather

autor:Richard S. Prather [Prather, Richard S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1951-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XI

Alguien gritó.

Tomé la foto, e inmediatamente me incliné sobre la mujer. La gente se aglomeró alrededor. Yo no supe qué diablos pasaba. Sólo pensé en esa cara bonita desencajándose, en su desvanecimiento, en mí mirándola tan aturdido que no supe qué hacer.

Retrocedí cuando alguien la levantó y la llevó hasta uno de los sillones de cuero que había más allá de las mesas. Estaba volviendo en sí. Y entonces advertí que quien la llevaba era Lloyd, el pesado. No supe si me habría distinguido o no, en medio de todo el alboroto, pero en caso negativo, me vería en cualquier instante. Me di cuenta de que mi misión, en primer lugar, era la de no perturbar a la muchacha aunque fuese la hija de mi cliente. Cuando me contrataron, Bing me advirtió que si la encontraba y estaba bien que no la molestase. Él sólo quería asegurarse de que la chica estaba bien. Pero ahora podría hacer otra cosa: podía llamar a ese tipo y decirle lo que pensaba antes de que me hicieran un agujero en el cuerpo.

Crucé la conserjería y subí a mi habitación sin mirar atrás. Una vez dentro, tomé el teléfono, busqué en el bolsillo la tarjeta que Bing me diera y pedí al operador que me comunicase con el número telefónico que había escrito.

Estaba. Luego que me dijo hola, estallé:

—Oígame, viejo de m… —y le largué el rollo. Después empecé de nuevo⁠—: Escuche, señor Bing. ¿En qué diablos me ha metido usted?

—¿Qué? ¿Quién habla?

—Habla Scott, Shell Scott, ¿recuerda? ¿Tuvo noticias de su hija?

—¿Isabel? Este, no. ¿Qué pasa? Parece muy excitado…

—¡Excitado! ¡Y vaya si estoy excitado! Hay unos tipos que tratan de asesinarme y creo que acabo de ver a su hija.

Allí le tocó el turno de estallar. Casi reventó.

—¿Queé? ¿Y está bien? ¿Dónde estaba, señor Scott? ¿Está bien? ¿Habló con ella o no?

—Tranquilo un momento —yo mismo me detuve para pensar. Y agregué⁠—: La verdad, señor Bing, ya no estoy seguro de nada. Podría decir que estoy completamente confundido. Puedo haber visto a Isabel o no. En realidad, no lo sé. ¿No podría darme una mejor descripción de ella? Y otra cosa: ¿podría haber algún motivo para que ella cambiase de aspecto? ¿Teñirse el cabello o cosas por el estilo?

Estuvo callado unos instantes. Luego agregó:

—¿Cambiar de aspecto? No, señor Scott. No comprendo. ¿Ella tiene… algún problema?

—Ahí sí que me agarró. Pero oiga otra cosa y atiéndame bien. Si sabe de alguna razón, será mejor que no me la oculte, si es que desea que yo permanezca atendiendo su caso. Y algo más, ¿por qué diablos no me dijo que el marido de Isabel era un ex penado?

Otro silencio. Y me aclaró:

—Lamento que lo haya descubierto, señor Scott. Pero no sabía que eso podía ser importante. El hecho de que mi yerno sea un criminal es una cosa en la que menos hubiera…

Lo interrumpí, tratando de mantener un mismo nivel en la voz:

—Señor Bing, por favor, escuche atentamente. Todo, créame, todo podría ser importante. Si usted me permite decidir qué es y qué no es, quizá pueda vivir un poco más.



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