El reino de la cantidad y los signos de los tiempos by René Guénon

El reino de la cantidad y los signos de los tiempos by René Guénon

autor:René Guénon [Guénon, René]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 1944-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo XXIII

El tiempo cambiado en espacio

Como hemos dicho antes, el tiempo parece desgastar al espacio por un efecto del poder de contracción que representa y que tiende a reducir cada vez más la expansión espacial a la que se opone; mas, en esta acción contra el principio antagónico, el propio tiempo transcurre con una velocidad siempre creciente ya que, en vez de ser homogéneo como se lo imaginan aquellos que sólo lo consideran desde el enfoque cuantitativo, por el contrario está “cualificado” de una forma diferente en cada instante por las condiciones cíclicas de la manifestación a la que pertenece. Esta aceleración se hace cada vez más obvia en nuestra época, dada su acentuación en los últimos periodos del ciclo, pero de hecho existe continuamente desde el comienzo hasta el fin de éste; por tanto, podría decirse que el tiempo no sólo contrae al espacio sino que también se contrae a sí mismo progresivamente; tal contracción se expresa por la proporción decreciente de los cuatro Yugas, con todo lo que implica, inclusive al correspondiente acortamiento de la vida humana. A veces se dice, probablemente sin comprender la verdadera razón, que en la actualidad los hombres viven más deprisa que antes; pues bien, esto es cierto en su sentido literal; así pues, en el fondo, la característica prisa con la que los modernos suelen hacerlo todo, no es sino la consecuencia de la impresión confusa que tienen de este fenómeno.

En su grado más extremo, la contracción del tiempo llegaría a reducirlo finalmente a un instante único y entonces la duración habría dejado de existir realmente, pues resulta evidente que en el instante ya no puede darse sucesión alguna. De esta forma, “el tiempo devorador acaba por devorarse a sí mismo”, así que en el “fin del mundo”, es decir, en el límite mismo de la manifestación cíclica, “ya no existe el tiempo”; también por esta razón se afirma que “la muerte será el último ser en morir”, puesto que allí donde no hay ya sucesión de algún tipo tampoco hay muerte posible[101]. A partir del momento en que queda detenida la sucesión o bien, como diríamos empleando un lenguaje simbólico, cuando “la rueda ha dejado de girar”, la totalidad de lo que existe no puede darse más que en perfecta simultaneidad; por lo tanto, la sucesión queda de alguna forma transmutada en simultaneidad, lo que también puede expresarse diciendo que “el tiempo se ha convertido en espacio”[102]. Así pues, en última instancia se opera una “regresión” contra el tiempo y en beneficio del espacio; en el preciso momento que el tiempo parecía acabar de devorar al espacio, es, por el contrario, el espacio el que absorbe al tiempo; por tanto, refiriéndonos al sentido cosmológico del simbolismo bíblico, podríamos decir que es ésta la revancha final de Abel sobre Caín.

En las recientes teorías físico-matemáticas, que tratan al complejo espacio-tiempo como si constituyese un conjunto único e indivisible, puede encontrarse una especie de “prefiguración” de tal absorción del tiempo por el espacio, si



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