El príncipe de los perros by Kate Elliott

El príncipe de los perros by Kate Elliott

autor:Kate Elliott [Elliott, Kate]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1997-12-31T16:00:00+00:00


2

La mañana pasó con rapidez y llegó el mediodía. Se levantó cuando vio que la oscuridad daba paso a la primera luz que se filtraba por las rendijas de las contraventanas. Unas cuantas antorchas ardían en la entrada a las cocinas mientras los sirvientes comenzaban a prepararse para la fiesta de la tarde. La niebla envolvía la empalizada y se pegaba a las esquinas, cubriendo el patio con un espeso manto de frío. En sus mejillas notaba cómo caían gotas de lluvia helada.

Las puertas se abrieron de golpe, pero nadie se había aventurado a salir a los retretes. La mayoría de los sirvientes no se habían levantado todavía y cualquier noble usaría sus orinales en lugar de aventurarse a salir tan pronto. Pero Liath podía ver perfectamente en la penumbra matutina y quería un momento de libertad. Se alivió y volvió, pero cuando las puertas se abrieron ante ella, en el borde hasta el que llegaba la niebla, se apoderó de ella tal terror que se quedó petrificada y cayó de rodillas. El suelo estaba helado, la humedad se filtraba por la tela de sus polainas.

No la vieron, pero ella los vio, escondidos de todo el mundo en el patio. Hugh se detuvo al abrigo de la puerta para ver a la princesa Teophanu. La princesa estaba dubitativa, demacrada, como una criatura semisalvaje, muerta de hambre, que respinga asustada, primero hacia delante, luego se aparta y después se echa hacía delante otra vez para oler la comida que alguien le ha dejado, desconfiada de que pueda haber una trampa, pero desesperada por saciar su hambre.

Le tocó la mano de forma íntima, enredando sus dedos con los de ella, pero sin tocarla más. Habló y ella contestó. Después le puso algo en las manos. Guiñó los ojos al filtrarse el sol por un hueco entre los árboles, disipándose una franja de niebla que ensombrecía la puerta, era su broche de pantera.

Furtivamente, Teophanu se apresuró a entrar otra vez. Él se entretuvo, mirando, buscándola, pero todavía estaba escondida en la niebla y el resplandor del sol naciente. Se volvió y fue hacia los retretes.

Liath se levantó y echó a correr tropezándose con Helmut Villam. La cogió con fuerza mientras ella se resistía y se tambaleaba. En el otro brazo, la manga colgaba vacía bajo el codo, la herida que había recibido en la batalla de Kassel cuando había defendido al rey Henry de las falsas reclamaciones de su hermanastra, Sabella.

—Perdone, lord Villam —dijo entrecortadamente Liath.

—Confío en que estés bien. ¿O vas con prisa a solucionar algún asunto de la princesa?

—Solo he salido… disculpe, mi señor.

—No es necesario que te disculpes por nada —dijo, sin soltarla, sus ojos brillaban al mirarla. Era por lo menos quince años mayor que el rey Henry, pero todavía le quedaban fuerzas para ciertas cosas, como todo el mundo comentaba en el avance del rey jocosamente—. Soy yo quien debe pedirte consuelo a ti, porque estas frías noches he estado temblando en soledad.

En cualquier momento, Hugh volvería a aparecer por las puertas y la encontraría.



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