El Pistolero De Tres Brazos by Games Workshop LTD

El Pistolero De Tres Brazos by Games Workshop LTD

autor:Games Workshop LTD
La lengua: eng
Format: epub
editor: Games Workshop LTD
publicado: 2018-11-22T11:19:32+00:00


Toda la pelea no había durado más que unos pocos segundos, y aun así cuatro curtidos agentes de los Adeptus Arbites yacían muertos. Ni uno había podido siquiera disparar un tiro como respuesta.

—P… por el Emperador —murmuró Gedder.

El pistolero hizo girar las tres pistolas, metiéndolas de golpe en las cartucheras una a una. Después se dio la vuelta, moviéndose con una elegancia pausada, mientras el esqueleto calcinado del agente de la moto siseaba y escupía volutas de llamaradas. Se acercó a Gedder, que aún se retorcía bajo el cadáver del agente caído. Con sorprendente facilidad, el hombre de la capa tiró el cuerpo muerto a un lado.

—Tu Emperador es una mentira —dijo la figura, erigiéndose sobre Gedder, con su silueta recortada contra el enfermizo cielo nocturno—. Pero puedo mostrarte la verdad, anciano.

Extendió la mano. Sus dedos eran largos y delgados, casi arácnidos. Gedder se estiró y la aceptó, apretando los dientes mientras gateaba hasta ponerse en pie.

El pistolero lo condujo hacia las sombras de un callejón cercano, donde un río de agua marrón grisácea se filtraba por una verja oxidada.

—Siempre he creído en los cuentos —dijo, escuchando el temblor en sus palabras—.

Siempre supe que eras real. Que nos liderarías en un gran alzamiento y nos salvarías a

todos de la tiranía.

—No soy ningún salvador —dijo el pistolero, agachándose y arrancando la rejilla. Los pernos sisearon y se derramaron por la entrada de la apertura—. Solo un mensajero que les trae la palabra de los salvadores estelares a aquellos que necesitan escucharla—. Se hizo a un lado y señaló hacia la tubería de salida.

El ceño de Gedder se frunció con confusión, pero él se dobló y contempló la oscuridad. Con cautela entró en la apertura. Escuchó el correteo de extremidades y una hueste de ojos centelleantes le devolvió la mirada. Creyó distinguir una humedad obscena y alienígena, de quitina retorcida e hilos goteantes de saliva.

—¿Qué es esto? —dijo, dominado por una sensación primaria de terror.

Se volvió, gateando para salir de aquel sitio terrible, pero la reja se cerró de golpe en sus narices. El rostro del pistolero apareció, iluminado por un halo de luz de luna. Ya no parecía la cara de un salvador. Su carne era cerosa y pálida, y por el centro del cráneo le bajaba un borde huesudo. Aquellos ojos, aquellos ojos negros, ya no reflejaban la luz de la rebelión. Ahora no ofrecían nada más que una indiferencia fría y alienígena.

—¡Déjame salir! —chilló Gedder, subiendo la voz a medida que el pánico se apoderaba de él—. ¡Hay algo… moviéndose aquí abajo!

El pistolero no respondió. Algo se cerró en torno al tobillo de Gedder y tiró con una fuerza tremenda. Lo último que vio antes de ser arrastrado hacia la oscuridad fue su propia cara aterrorizada reflejada en aquellos ojos despiadados.



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