El perfil del infinito by Víctor San Juan

El perfil del infinito by Víctor San Juan

autor:Víctor San Juan [San Juan, Víctor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-03-06T16:00:00+00:00


10

PRUEBA FINAL

—Deseo decir a favor de mi pupilo —dijo Jean de Nemours con firmeza, a pesar de su rostro demacrado— que se trata de un ciudadano francés, acogido a todos los beneficios y amparo según las leyes de nuestro país y el Directorio de Francia, las cuales emanan, y se asientan, en bases tan sólidas como la Declaración de los Derechos del Hombre. Espero, por tanto, que si se formula acusación contra él, se haga legalmente, en tribunal de territorio francés o reconocida jurisdicción del mismo. En cualquier caso, que mi asistente haya encontrado el reloj exacto no significa en ningún caso que lo robara previamente, por lo que cualquier cargo tendría que ser demostrado. Por último, creo que, aunque se dispongan prevenciones o medidas en su contra, debería demorarse su cumplimiento hasta la finalización del viaje, o, al menos, de este tramo del mismo.

—Guardad cuidado —dijo Álava examinando el Le Roy. Comprobó la hora y la anotó en su libreta antes de continuar—: Por el momento, no tengo intención de tomar precaución alguna contra él. Os recuerdo, sin embargo, que por intercesión de vos mismo el joven Pirou forma parte integrante de la dotación de este buque y, por lo tanto, queda absolutamente bajo la jurisdicción del capitán Del Postigo en cualquier condición. Por el momento, me son muy útiles sus servicios para el cometido que le tengo asignado, pero si se descubriera cualquier otra cosa derivada de la investigación que lleva a cabo el señor Araoz, solo podréis alegar inmunidad diplomática para vos, pero jamás para vuestro pupilo. Por ahora, seguirá trabajando para mí; terminaremos la investigación y Dios dirá después. Al fin y al cabo, lo que nos interesa es que el reloj ya está aquí, al parecer en buen estado —concluyó mirándolo satisfecho.

Por mi parte me sentía mal, sorprendido en mi ingenuidad y avergonzado. Sin haber sido en absoluto mi intención, parecía haber defraudado la confianza de las dos personas más importantes a bordo que la habían depositado en mí: De Nemours y el señor Álava. En cualquier caso, ninguno de los dos rechazaba mi comportamiento o hacía algún reproche, al parecer complacidos —sobre todo el jefe de escuadra— con los resultados de mi actuación. Pero yo no podía olvidar que había sido inducido a ella por el propio investigador, el señor Araoz, y si él sabía dónde estaba escondido el Le Roy, solo se podía concluir que también era el autor del robo. Todo apuntaba a ello; la hipótesis sugerida de que lo hubieran retirado de la circulación los propios oficiales para deshacerse de nosotros, quedando así atado de manos, justificaba su fingida incompetencia en el caso; también el hecho de que el señor Munificio dijera que Araoz conocía la identidad del ladrón. ¡Era él mismo! Lo único que no cuadraba en este retorcido y rebuscado rompecabezas, como me hizo notar mi amo antes de acudir a la llamada del jefe de escuadra, eran los motivos: ¿qué podía haber llevado al discreto señor Oidor a



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