El pequeño lord by Frances H. Burnett

El pequeño lord by Frances H. Burnett

autor:Frances H. Burnett [Burnett, Frances H.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 1885-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo VIII

CEDRIC APRENDE A MONTAR

LORD Dorincourt tuvo muchas ocasiones para sonreír amargamente. Era evidente que, a medida que progresaba la amistad con su nieto, sonreía tan frecuentemente, que había momentos en que perdía completamente su acritud.

No hay que negar que, antes de aparecer lord Fauntleroy en su vida, el anciano se encontraba cada vez más cansado de su soledad, su gota y sus setenta años. Después de una larga vida, no resultaba nada agradable permanecer sentado en una habitación, por majestuosa que fuera, con una pierna sobre un taburete y sin otra distracción que ponerse furioso y dar voces a un lacayo asustado, que no le podía ver ni en pintura. El conde era demasiado listo como para no comprender perfectamente que sus criados le odiaban a muerte, y que las pocas visitas que recibía no eran por cariño ni amistad. Mientras estuvo fuerte y bueno, anduvo de un lado a otro, fingiendo que se divertía, aunque en realidad no era así; cuando se sintió falto de salud, se encerró en Dorincourt con su gota, su periódico y sus libros. Pero no podía leer todo el tiempo y cada día que pasaba se aburría más y más. Cada vez se volvía más irritable y menos sociable. Fue justo en esa época cuando llegó Cedric al castillo, y al ver al muchacho, afortunadamente para el pequeño, el orgullo del abuelo se encontró plenamente satisfecho. Pero se le metió en la cabeza que la apostura y la valentía de Cedric procedían de la sangre de los Dorincourt y eran un honor para su estirpe. Cuando le oyó hablar y pudo apreciar lo bien educado que estaba el niño, a pesar de su infantil ignorancia de todo lo relacionado a su nueva posición social, le gustó más todavía y empezó a sentirse distraído con su compañía. Le agradó también ir a la iglesia con el niño, y presenciar la emoción y el interés que había despertado su llegada. Sabía que la gente comentaría favorablemente la gallardía del chico. El señor de Dorincourt era un anciano muy soberbio y orgulloso y, por lo tanto, se sentía a sus anchas demostrando al mundo que por fin la solariega casa de Dorincourt tenía un heredero digno del título que le correspondía.

La primera mañana que sacaron la jaquita para que la montase Cedric, el conde estuvo tan satisfecho que casi se olvidó de su gota. Cuando llegó el cochero con el animal, que arqueaba graciosamente el cuello y agitaba su esbelta cabeza, el conde se colocó junto a una de las ventanas y desde allí presenció el primer ensayo de equitación de Cedric, pensando aún si daría muestras de timidez el chiquillo. La jaca no era muy pequeña, y había visto a muchos niños asustarse al intentar subirse a un caballo por vez primera. Fauntleroy montó encantado. Nunca lo había hecho y estaba loco de alegría.

—El chiquillo es valiente —decía después en la cuadra, Wilkins, el cochero—. No me costó ningún trabajo subirle, y una vez arriba,



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.