El pan que como by Paloma Díaz-Mas

El pan que como by Paloma Díaz-Mas

autor:Paloma Díaz-Mas [Paloma Díaz-Mas]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788433941473
editor: Editorial Anagrama
publicado: 2020-03-10T05:00:00+00:00


El antiguo matadero de Madrid es hoy un centro cultural y de esparcimiento. Hay salas de exposiciones y conferencias, espacios para representaciones teatrales, plazas amplias en las que pueden jugar los niños, terrazas en las que comer o beber al aire libre y pasar un rato agradable. Los edificios, construidos en los años veinte del pasado siglo, son de un elegante y airoso estilo neomudéjar, que combina piedra blanca y ladrillo rojo. Una arquitectura realmente notable, de edificios nobles; pero sus nombres resultan inquietantes: la Nave de Terneras, el Edificio de Exposición y Estabulado de Ganado Porcino y Ovino, las Naves de Degüello, la Mondonguería (donde se procesaban las entrañas), la Nave de Sacrificio de Aves.

Edificios enormes, extensiones inmensas que estuvieron llenas a diario de bestias a punto de morir, durante los casi setenta años en que el matadero fue utilizado como tal. Impresiona pensar la cantidad de muerte que se produjo en este lugar hoy recreativo: millones de animales que entraron vivos y salieron convertidos en carne para consumo. Deambulando por las instalaciones del antiguo matadero casi se pueden sentir esos millones de minutos de angustia de las vacas, las ovejas o los cerdos colocados en hileras, viendo la muerte de los que les precedían, avanzando en fila hasta su propia muerte.

Como todos los mataderos, este se construyó en lo que entonces eran los arrabales de la ciudad, la zona de Legazpi y Arganzuela, hoy convertidas en parques y bloques de viviendas. En lo que entonces eran los márgenes de la ciudad, enfrente de la pradera de San Isidro en la que todavía se celebra la romería del santo patrono de Madrid y que Goya pintó en un cuadro entre festivo y sombrío. En vida de Goya empezó a crecer junto a la pradera un cementerio: la Sacramental de San Isidro, en el que a lo largo del siglo XIX fueron enterrándose los cadáveres más escogidos, los de la aristocracia y la alta burguesía madrileñas.

En el cuadro de Goya, cientos de figuritas bien ataviadas con vestimenta dieciochesca disfrutan de un día al aire libre; unos se sientan en la hierba, otros parecen bailar, y, entreverados con la multitud, hay jinetes con su montura, coches de caballos y carpas o tiendas de campaña; la luz es un poco tenue, un poco gris, como si una gran nube hubiera cubierto el cielo protegiendo del calor de mediados de mayo a los que han venido a la pradera a festejar el día. Enfrente, al otro lado del río Manzanares, da el sol y allí se eleva el skyline del Madrid de la época; se ven muy bien el Palacio Real y la enorme cúpula barroca de la iglesia de San Francisco el Grande y, un poco más difuminados, los tejados apuntados de las torres y chapiteles de muchas iglesias madrileñas, abrazadas por la línea de una muralla que todavía existía. La ciudad queda en alto, elevada sobre el río, y al pie de esa muralla no hay edificios –apenas esbozada, alguna casa



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