El palacio de Urania by Enrique Joven Álvarez

El palacio de Urania by Enrique Joven Álvarez

autor:Enrique Joven Álvarez [Joven Álvarez, Enrique]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2019-05-04T16:00:00+00:00


Roma

Phil aterrizará dentro de una hora, más o menos.

Me he adelantado a su llegada. La distancia desde Ginebra hasta aquí es muchísima más corta que desde Boston, incluyendo escala en Nueva York. Para hacerle más llevadero a mi amigo el viaje transatlántico, le compré billetes con asiento especial «XXL» y buffet libre. Ahora me encuentro en el remozado aeropuerto de Fiumicino, comiendo un sándwich en uno de los muchos restaurantes de la nueva terminal. Ya tendré tiempo de hincarle los dientes a una buena pizza cuando llegue Phil.

Mi Alfa se activa.

—Fran, ¿dónde te has metido? Llevo varias horas llamándote.

—Hola Alice. Cambio de planes.

—¿Cambio de planes? ¿Qué significa eso?

Noto por su voz que está enfadada. Hay que quitarle hierro al asunto.

—Estás muy ocupada. Eres la directora general del CERN. Nuestro amor es imposible.

—Déjate de tonterías y dime dónde estás.

—Localízame —le reto, a sabiendas de que hacerlo no le llevará más de diez segundos.

—¿Roma? ¿Qué haces en Roma?

—Investigo, ya sabes. Me pagan por eso.

—¿Por qué no hemos ido juntos? ¿Qué no me has contado? ¿Has averiguado algo mientras estuve indispuesta?

—Indispuesta no es una palabra acertada, a mí me viene otra palabra a la cabeza. Y no, no te preocupes por eso. Como te digo, y te lo digo muy en serio, no creo que puedas dedicarte a este asunto al cien por cien. Que, por cierto, son diez mil.

—¿Cómo que no? —me replica—. Fui contigo a Ven. Iría contigo al fin del mundo.

—Escúchame Alice, no es nada personal. Simplemente intento seguir una pista. Y todos los documentos de la época están en papel, no hay nada digitalizado. Hay que hacer trabajo de campo, mancharse las manos de polvo y no tener miedo a los ratones.

—Eres bobo. No vas a poder hacerlo tú solo.

Seguramente no. Me asustan los roedores. Pero tendré conmigo al bueno de Phil. Aunque me callo este pequeño gran detalle.

—Te tendré al tanto de mis progresos, si los hubiere —le digo—. Tengo que colgarte ahora, voy a recoger el equipaje —miento. Veo a Phil asomarse por la puerta de llegada del vuelo.

—Tú ganas —acepta condescendiente—. Pero tenme al tanto de todo. En una hora puedo plantarme en Roma.

—Lo sé. Pero tienes que vigilar tu plantación de protones. Ciao.

Pongo punto final a la comunicación.

Phil se acerca hasta mí sonriente, arrastrando una gran maleta, que no es nada comparada con su enorme volumen.

Nos abrazamos. No puedo abarcarlo.

—¿Qué tal el viaje, grandullón?

—Bien, muy bien. He venido durmiendo. Gracias por los asientos. De primera.

—Literalmente. Me van bien los negocios —bromeo—. Bienvenido a Europa.

—Italia… —suspira—. Ya puedo oler sus hornos y oír sus cafeteras.

Pero lo que está oyendo, lo que estamos oyendo, es un «bip-bip» nada frecuente. Cobertura.

—Por Dios, si llevas un Alfa en la muñeca —digo entre divertido y estupefacto.

—A la fuerza ahorcan —me contesta con una mueca de desagrado—. Sin este chisme toda la burocracia para salir de Boston y viajar hasta aquí hubiera sido interminable. No me ha quedado otra que agachar la cabeza y comprarme el más barato. En una hora tenía mi flamante pasaporte en regla.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.