El padre Garrec, guardián de faro by René Madec

El padre Garrec, guardián de faro by René Madec

autor:René Madec [Madec, René]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1956-01-01T00:00:00+00:00


4

¿Y un muerto?

No: y dos muertos.

Pero el segundo no era el pájaro. Ni tampoco el enfermo. El doctor Le Stunff, reposaba, fuera ya de peligro, según sus propias afirmaciones, y no tenía costumbre de mentir, ni siquiera por piedad, aunque no podía levantarse todavía. ¿Qué mal había padecido? Imposible obtener de él la menor precisión, ni hacía falta; mientras el mar rompía sordamente contra la torre en olas enormes, para volcarse luego en cascada sobre el embarcadero, convertido en caldera de espuma; mientras las nubes bajas y espesas, arrastradas por el fuerte viento, velaban de gris la pálida mañana, el doctor iba recuperando paulatinamente su rostro habitual —gris también, por la barba crecida, y pálido aún por la enfermedad— de erizo simpático y bromista. Había bebido, ¡extraño remedio!, una dosis de agua de mar caliente, y un jarro casi lleno de té. El agotado Rector había tenido que subir un par de veces más al tercer piso, para preparar ambas cosas.

—¡Pobre cura! —dijo el médico—. Voy a hacerte ganar el cielo… Lo malo es que todavía no puedo tenerme en pie. Esta tarde ya estaré mejor. Y quizá no haya que esperar tanto. Con algo de suerte y con ayuda de este medicamento —le enseñó un tubo— es fácil que, hacia mediodía, me encuentre en condiciones de sustituirte. Pero ahora;…

—¡Calla, matasanos, calla! Quédate en la cama y suda. No tengo ganas de que se duplique el número de cadáveres. Y no te preocupes por mí. Sé arreglármelas solo.

A costa de un gran esfuerzo, el Rector logró hablar en tono jovial.

Pero, apenas dejó a su amigo, apenas salió al vestíbulo, se detuvo, abrumado, no ya por la fatiga, sino por una nueva y aplastante realidad: el segundo muerto estaba allí.

Lo había descubierto poco antes.

Después de apagar la lámpara, pensó ventilar el pasillo donde yacía el cuerpo de Querré. Abrió la puerta de entrada, echó una ojeada a las rocas, y el corazón le dio un vuelco: junto a los últimos peldaños, tirado sobre el basamento, vio otro cuerpo; el cuerpo de un marino, vestido con un jersey azul, un pantalón de dril y alpargatas.

Las desordenadas olas que movían la resaca lo zarandeaban de acá para allá, y amenazaban con arrebatarlo definitivamente.

Arrastrándolo por un brazo, el sacerdote consiguió subirlo a la torre y ponerlo boca arriba. Su cara era una llaga, que los animales marinos habían ensanchado hasta borrar todo rastro de facciones.

El Rector colocó al desconocido al lado del otro cadáver. Y empezó a rezar las oraciones de los difuntos, en el momento en que el doctor, soñando, sin duda, emitió una especie de estertor…

Al sacerdote se le erizaron los cabellos: ¿iba a convertirse aquel faro maldito en un cementerio?

No; falsa alarma: el médico había entrado en franca mejoría.

Pero ¿quién era el segundo muerto?

El Rector intentó reflexionar. Inútil. Los párpados se le cerraban a su pesar. Sacudió enérgicamente la cabeza para recobrar por un instante toda su lucidez, toda su conciencia de sacerdote y toda su previsión de marino, y dijo en voz alta:

—Bien.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.