El otro lado de la cara by Karl Ove Knausgård

El otro lado de la cara by Karl Ove Knausgård

autor:Karl Ove Knausgård [Karl Ove Knausgård]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788433936189
editor: LIBRANDA OTROS
publicado: 2015-04-29T00:00:00+00:00


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Durante unos cuantos años, pensé que ser un niño era como estar prisionero, a merced del favor y el antojo de los adultos, y que ser padre era como ser un carcelero. Ahora pienso que quizá sea al revés. Que el niño es el que es libre y los adultos los cautivos. A veces este pensamiento se extiende hasta el punto de considerar que la infancia es el verdadero significado de la vida, la cima de nuestra existencia, mientras que el resto de la vida es un lento viaje en el que nos alejamos de ella, en el que nuestra tarea principal es la de estar a disposición de aquellos que ahora están en el centro de la existencia, esto es, los niños. Quizá por eso siempre me ha gustado la imagen de Heráclito del dios como un niño que juega más o menos despreocupadamente con las fichas de un tablero de damas; debí de intuir, como en el caso de muchos otros fragmentos de ese filósofo presocrático, que estaba en lo cierto.

Es probable que penséis que eso dice más sobre mí que sobre la infancia. Pues si se supone que la infancia es el cénit de la vida, ¿qué hay del sexo? ¿Qué de los deseos de la carne? ¿Qué de la ambición, el fervor, el heroísmo, la trayectoria? ¿Qué del conocimiento, la sabiduría, la experiencia, el peso acumulado de la vida? ¿Y qué tal el progreso, las conquistas, la riqueza y el esplendor? ¿Política, ciencia, el proyecto de la Ilustración? Poner a los niños y la infancia por delante de todo esto demuestra no sólo una considerable regresión, sino una enorme resignación. Quien aumenta el conocimiento, aumenta el dolor, dice la Biblia, y está claro que sólo una persona inmadura podría optar por la ignorancia para evitar el dolor. Ser capaz de manejar la complejidad es parte de ser adulto, y, por lo que respecta al sexo, que es la obsesión central de nuestra cultura, y que al fin y al cabo puede muy bien ser la fuerza más poderosa de nuestras vidas, ignorarlo es una muestra no sólo de puritanismo y de una determinada concepción de la pureza, y no sólo del miedo al cuerpo (que en mi caso debe entenderse como miedo a las mujeres) inherente en esos dos conceptos, sino de un anhelo de simplificar las cosas que es, en esencia, estéril, improductivo, inerte, incluso muerto: el niño no crea nada, simplemente es.

La mayor diferencia entre ser un niño y ser un adulto tiene que ver con la falta de límites, con esa sensación de vastedad que uno tiene de niño, en la que el tiempo y el mundo parecen infinitos, y esa infinitud se da por supuesta, ya que ni el tiempo ni el mundo son algo en lo que uno piense, sino algo dentro de lo que uno se mueve, y que sigue abriéndose, habitación tras habitación, más y más adentro. El país de la infancia, dice la expresión, o el



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