El mundo sobre ruedas by Albert Casals

El mundo sobre ruedas by Albert Casals

autor:Albert Casals [Casals, Albert]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2009-03-31T16:00:00+00:00


SINGAPUR

De: [email protected]

Para: Casa

Enviado el: martes, 24 de julio de 2007

[…] Supongo que lo más relevante desde la última vez que escribí es el cambio de país porque, efectivamente, ¡ya no estoy en Tailandia! La verdad es que un mes viajando por el mismo país ha demostrado ser mi límite; a partir de aquí me empieza a entrar la curiosidad y me vienen las ganas de cambiar de horizontes, de idioma, de gentes y de formas de vida… y aquí estoy, en ¡Singapur!

Aprovechando que me sobra dinero, porque estoy gastando menos de tres euros al día, y que mis amigos de Bangkok me ayudaron a encontrar un vuelo realmente barato, decidí que podía asumir el gasto y que el tiempo era más escaso que el dinero. Y dicho y hecho: al poco tiempo me dirigí al aeropuerto de Bangkok… y, finalmente, he llegado a la ciudad-Estado de Singapur.

Aun así, tampoco creáis que fue tan fácil cambiar de país. En realidad, hubo un pequeño detalle que no tuve en cuenta: no tenía visado para entrar a Singapur y, por tanto, estaba en manos de la compañía aérea, por lo que mi suerte dependía de que ella decidiera si podía o no entrar.

Por el camino conocí a dos mujeres de China que me ayudaron a entender cómo funciona exactamente este país y cómo se viven las cosas allí. De paso, también me garantizaron un lugar para dormir, si es que voy allí en mi próximo viaje, algo que me hace mucha ilusión, porque aún no tenía ningún amigo o amiga chinos.

En cualquier caso, las chinas se fueron a por su avión y yo me quedé solo y confiado ante la cola del check-in. Después de tantos días de tranquilidad, me había olvidado completamente de todas las dificultades, y de la hora entera que me tuve que esperar para entrar en Tailandia, así que mi confianza era absoluta… y del todo infundada.

Llegué al check-in sonriente, miré al empleado de la compañía y él me miró a mí. Supongo que hasta aquí todo iba como tenía que ir, pero entonces, como si fuese una pregunta retórica (cuya respuesta fuese «no»), me preguntó el clásico: «Do you travel alone?»[4]. «Yes», le contesté inocente, pero fue una de esas ocasiones en las que tan pronto como la palabra acaba de salir de tu boca te das cuenta de que ha sido un error. El trabajador me miró con una mezcla de horror y pánico, miró la silla, y me miró a mí. Con voz temblorosa me pidió el pasaporte e, inevitablemente, comprobó que era menor de edad. Me miró con cara de «la has cagado, chaval», pero me pidió amablemente que esperase. Sin embargo, yo ya sabía que tenía problemas. La seguridad con que me acababa de pedir que me esperase significaba que ya estaba sentenciado. Es más: sabía que esta vez la ley no estaba de mi lado, porque no tenía visado alguno y, en consecuencia, dependía exclusivamente del criterio de la compañía aérea para llegar a Singapur.



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