El motín de la «Bounty» Los amotinados de la «Bounty» by William Bligh & Jules Verne

El motín de la «Bounty»  Los amotinados de la «Bounty» by William Bligh & Jules Verne

autor:William Bligh & Jules Verne [Bligh, William & Verne, Jules]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1837-12-31T16:00:00+00:00


5

A las ocho de la noche nos lanzamos de nuevo al océano abierto. Dado lo mísera que era nuestra situación, me sentí secretamente sorprendido al ver que no parecía afectar a nadie tan fuertemente como a mí mismo. Parecía, por el contrario, como si se hubieran embarcado para viajar a Tímor en un buque adecuadamente calculado para la seguridad y la comodidad. Tan gran confianza me proporcionó un gran placer, y puedo aventurarme a afirmar que a esta causa hay que atribuir principalmente nuestra preservación.

Alenté a todo el mundo con esperanzas de que en ocho o diez días estaríamos en tierra segura, y, después de pedirle a Dios que siguiera concediéndonos su graciosa protección, serví una ración de agua para la cena, y puse rumbo al oeste-sudoeste para contrarrestar los vientos del sur en el caso de que soplaran fuertes.

Habíamos permanecido exactamente seis días en la costa de Nueva Holanda, en el curso de los cuales habíamos encontrado ostras, unas pocas almejas, algunos pájaros, y agua. Pero recibimos también otro beneficio quizá igualmente importante, el de vernos aliviados de la fatiga de estar constantemente en el bote, disfrutando de noche de un buen descanso. Estas ventajas preservaron ciertamente nuestras vidas; y por pocas provisiones que obtuviéramos, sé hasta qué punto aliviaron nuestras necesidades. Por entonces, la naturaleza se hubiera hundido en nosotros hasta los mayores extremos del hambre y la fatiga. Algunos hubieran dejado de luchar por una vida que solamente prometía desdicha y privaciones, y otros, aun poseyendo una mayor fuerza corporal, pronto hubieran imitado a sus infortunados compañeros. Incluso en la situación en que entonces nos encontrábamos éramos unos seres sumamente deplorables; pero las esperanzas en un pronto auxilio mantenían en alto los ánimos. En cuanto a mí, por increíble que pueda parecer, no sentía ni hambre ni sed extremas. Mi ración me contentaba, sabiendo que no podía tener más.

Jueves, 4 de junio. Serví una vigésimo quinta parte de libra de pan y una ración de agua para el desayuno, y lo mismo para la comida, con un suplemento de seis ostras por cabeza. A mediodía, latitud observada, 10° 48’ sur; rumbo desde ayer a mediodía, sur 81° oeste; distancia, ciento once millas; longitud, por estimación respecto al Cabo de los Bajíos, 1° 45’ oeste. Fuerte viento alisio del este-sudeste, con buen tiempo.

Ese día vimos muchas serpientes de mar, anilladas de amarillo y negro, y hacia mediodía cruzamos una gran abundancia de algas. Aunque el tiempo era bueno, embarcábamos agua constantemente, y eso mantenía a dos hombres ocupados achicando el bote.

Viernes, 5 de junio. A mediodía observé 10° 45’ de latitud sur; rumbo desde ayer, oeste 1/4 norte, ciento ocho millas; longitud estimada, 3° 35’ oeste. Como ayer, se han servido seis ostras a cada hombre adicionalmente a la ración habitual de pan y agua.

Por la tarde se nos acercaron unos cuantos pájaros bobos, y atrapé uno con mis manos. La sangre se dividió entre tres de los hombres más debilitados, pero ordené que se guardara el ave para la comida del día siguiente.



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