El misterio de Edwin Drood (ilustrado) by Charles Dickens

El misterio de Edwin Drood (ilustrado) by Charles Dickens

autor:Charles Dickens [Dickens, Charles]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Clásico
publicado: 1869-12-31T23:00:00+00:00


Widdy widdy wen!

I—ket—ches—Im—out—ar—ter—ten.

Widdy widdy wy!

Then—E—don’t—go—then—I—shy—

Widdy Widdy Wake-cock warning!

Un instante después una lluvia de piedras golpea contra los muros de la catedral, y el antipático muchacho autor de la pedrea muéstrase a ellos bailando y haciendo cabriolas a la luz de la luna.

—¡Aja!… ¡Ese diablo de muchacho nos sigue espiando todavía! —exclama Jasper, dejándose arrebatar por una furia tan violenta que él mismo se asemeja al demonio que menciona—. ¡Derramaré la sangre de ese pequeño miserable! ¡No podré contenerme!

Sin esquivar la lluvia de piedras, muchas de las cuales lo golpean con fuerza, persigue a Deputy, lo toma del cuello y trata de arrastrarlo, pero es trabajo difícil lidiar con el muchacho, pues apenas éste se siente preso por el cuello, encoge las piernas, obligando a su perseguidor a mantenerlo suspendido en el aire. De su garganta se escapan gritos roncos y ahogados, y su cuerpo se agita retorciéndose como si experimentara ya los primeros síntomas de la estrangulación. Jasper lo suelta, e inmediatamente Deputy busca protección atrincherándose detrás de Durdles, y grita furiosamente a Jasper con los dientes apretados:

—¡Lo voy a dejar ciego! ¡Le voy a reventar los ojos a pedradas!

Y guareciéndose siempre detrás de Durdles, puesto en guardia para prevenir un nuevo ataque de Jasper, decidido a poner en práctica todas sus conocidas artimañas llegado el caso, le grita:

—¡Trate de alcanzarme ahora, si puede!

—No le haga ningún daño a esta criatura, señor Jasper —dice Durdles interponiéndose—. ¡Trate de reaccionar!

—¡Nos ha seguido continuamente toda la noche, desde que pasamos por aquí!

—¡Eso no es verdad! ¡Yo no los he seguido! —exclama Deputy, usando un tono casi amable, en contraste con su habitual aspereza.

—¡Y ha seguido rondando a nuestro alrededor desde entonces! —dice Jasper.

—¡Eso no es cierto!… Sólo acababa de salir para tomar un poco de aire, cuando los vi cerca de la catedral.

Y tarareando su eterna canción, y siempre cobijándose detrás de Durdles, le dice:

—¿Acaso es culpa mía?

—Acompáñelo a su casa —dice Jasper, conteniendo su furor y dirigiéndose al muchacho:

—¡Trata de que no ponga más mis ojos en ti! Después de hacer oír otro agudo silbido, como expresión de alivio, Deputy deja que Durdles se le adelante y empieza a perseguir a este respetable caballero a pedradas, siempre en dirección a su casa, como si fuera un obstinado toro salvaje.

Jasper se encamina a su domicilio, absorto en sus cavilaciones.

Como todo tiene su fin, también termina esta inexplicable expedición… por esta vez.



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