El libro sin nombre by Anonimo

El libro sin nombre by Anonimo

autor:Anonimo
La lengua: es
Format: mobi
publicado: 2010-10-14T22:00:00+00:00


Treinta y dos

Desde la derrota de Cabeza de Martillo, Dante y Kacy siguieron las peleas con creciente interés. A Kacy le gustaba el estilo del tipo calvo que lo había aplastado primero a él y luego a los otros cinco oponentes. Dante no estaba tan entusiasmado. Quería un guardaespaldas que asustara a la gente con su apariencia. Y aquél, desde luego, no era un buen candidato.

De hecho, le molestaban dos cosas. En primer lugar, todos en la carpa de boxeo parecían conocerse de algo, y en segundo, y mucho más importante, empezaba a entender qué le disgustaba tanto de Peto el Inocente.

—Kacy, mira al tal Peto y a su amigo. ¿Qué notas?

—Que se parecen mucho el uno al otro —dijo Kacy, burlándose de él.

—¿Y qué más? Fíjate en que los dos son pequeñitos, calvos y llevan la misma túnica naranja y los mismos pantalones negros. ¿No te dice nada ese detalle?

—¿Que son daltónicos?

—No, cariño. ¡Son monjes! Así que no nos arriesguemos. Podrían estar aquí para matarnos. La pitonisa dijo que nos liberáramos de esa piedra antes de que nos mataran. Y también lo comentó Cromwell.

Campanas de alarma sonaron en la cabeza de Kacy al comprobar que, por una vez, Dante se mostraba más precavido que ella.

—¡Dios mío! Tienes razón... —Hizo una pausa—. A menos que podamos venderles a ellos el collar...

—Imposible. El profesor pensaba que podíamos obtener varios miles de dólares por él. Ya has visto lo duros que son esos monjes. Si les decimos que tenemos la piedra, nos cortarán la cabeza y nos la quitarán. Escondámonos de momento, y mañana podremos venderla a cualquier joyero o anticuario. Luego huiremos de la ciudad.

—Pero ¿no necesitábamos un guardaespaldas?

—He cambiado de idea... Me parece demasiado arriesgado. Aquí todo el mundo se conoce. Debemos ocultarnos y no confiar en nadie.

—Bien, cariño. Haremos lo que digas.

Se fueron justo cuando empezaba la pelea entre Peto y Rodeo Rex. La paranoia empezó a surtir efecto. Dante estaba convencido de que, en la carpa de boxeo, todos les observaban. Se sentía como si todo el mundo adivinara qué tenían. Todos sabían que, debajo de la camiseta, Kacy llevaba el Ojo de la Luna.

Por fortuna, no era así. Pero les habían advertido que mucha gente estaría dispuesta a matarlos con tal de poner sus manos en la piedra. En el camino de salida de la carpa de boxeo, pasaron junto a un hombre encapuchado que, de haberlo sabido, los habría asesinado al instante.



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