El libro de la Navidad by Carlos Rubio

El libro de la Navidad by Carlos Rubio

autor:Carlos Rubio [Rubio, Carlos]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: literatura costarricense;infantil;cuento;LIJ;ficción;aventura;humor;reflexión;relato;solidaridad;amistad;armonía;Navidad
editor: Editorial Costa Rica
publicado: 2021-08-15T06:00:00+00:00


14

La Navidad

del hermano

Francisco

Ilustrado por Isabel Fargas

llí estaba el hermano Francisco, recogiendo el zacate recién cortado, bajo el sol, tibio estandarte de la mañana. La sonrisa se le caía de los labios, y no cupo en sí de regocijo, al descubrir el estallido de hojas y pétalos con que suele vestirse la montaña. La palabra se hacía canción en su boca y el paisaje se le transformaba en poesía cuando él lo miraba. Así iba el hombre de sencillo hábito, quien no dejaba de observar el cielo, mientras dos pajarillos se sentaban a descansar sobre su cabeza.

—Hermano Francisco –exclamó Juan, un hombre que vivía en el pueblo de Greccio–, dentro de dos semanas será la Navidad. Estamos apurados y no sabemos cómo celebrarla.

El religioso continuó seleccionando la paja fresca, el mejor pienso y, depositándolo en un cajón de madera, expresó:

—Haremos la misa en una cueva, justo aquí en la montaña. El lugareño se asustó:

—Pero, mi buen fraile… ¿El santo oficio en una incómoda y húmeda cueva? Para eso existe la calidez de la iglesia, el templo fuerte, construido por el pueblo, como tributo al Señor Dios.

Y el santo, sin perder la paz, agregó:

—El Niño Jesús escogió una gruta para nacer. Toda la gente del mundo debería hacer memoria de ello; no olvidarlo: su primer hogar se levantó entre las más humildes piedras.

Juan insistió:

—¿Quién va a alfombrar la cueva? ¿En qué sagrario depositaremos la divina custodia? ¿Ángeles de plata sentados en el musgo? ¿Velas encendidas sobre una roca?

Francisco, sin dejar de sonreír, dio la bendición al parroquiano y continuó con su labor. El pienso reverdecía con solo tocarlo.

Así, Juan bajó la montaña, con una pregunta apretada en su pecho. ¿Celebrar la Navidad en el lodo? Y el buen fraile ya había convertido la palabra en canción. Los hermanos árboles lo escuchaban, en su verde silencio.

***

No hubo torre ni tañido de campana. Las velas ardieron, solas, tras los vitrales y nadie bebió el vino del copón de oro, pues toda la gente de Greccio asistió a la misa de la montaña. El sendero se iluminó con antorchas y faroles. Y los abetos, a ambos lados, parecían tomarse de las manos. Dentro de la gruta, acunado en un lecho de pajas frescas, estaba un recién nacido, iluminado por el crepitar de la hoguera. A su derecha, una joven representaba a María, con las manos juntas y la túnica bordada con hilos de luz. José era un muchacho, que acababa de confeccionar el pesebre de brusca madera, cuna de flores silvestres, arrullo del Niño Jesús.

Los hombres y las mujeres se parecían a los pastores de Belén. Llevaban un hatillo de fe en sus manos y velas que se adormecían en los versos de una oración.



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