El lenguaje de las mareas by Salvador Gutiérrez Solís

El lenguaje de las mareas by Salvador Gutiérrez Solís

autor:Salvador Gutiérrez Solís [Gutiérrez Solís, Salvador]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2020-10-15T00:00:00+00:00


El Puente Internacional (II)

Las repetidas incursiones de Gustavo Porta, el Chanclas, en aguas portuguesas crearon un hondo malestar en los guardinhas, hasta el punto de hacer de su captura y apresamiento un objetivo prioritario al que se entregaron con esmero. Joao Mendes, un sargento al borde de la jubilación, personalizó en su propia persona, de forma amplificada, el rencor de los agentes portugueses. Rencor que creció hasta límites insospechados cuando Joao descubrió que Gustavo, el Chanclas, era el hombre que se veía con Luisa Fernanda, la que fuera prostituta en el pasado y con la que mantuvo una relación adúltera durante casi veinte años, hasta que su esposa lo descubrió:

—Mira, ya no te lo voy a preguntar, que lo sabe todo el mundo, que esto no es tan grande, y si te crees que yo soy sorda o tonta es que eres un idiota, además de un auténtico cabrón. Te lo voy a decir muy clarito: si te vuelves a ver con esa guarra despídete de hijos, casa, coche, barco y hasta de nietos, que no vuelves a ver a ninguno —le dijo María, su esposa, sin levantar la voz. Con la tranquilidad que te da ejecutar un plan ideado durante mucho tiempo.

—Va —se limitó a responder Joao, antes de agachar la cabeza y darse la vuelta, en dirección a la calle.

Cumplió Joao Mendes con su palabra y dejó de encontrarse a escondidas con Luisa Fernanda, pero eso no menguó en nada lo que sentía por ella. En cierto modo, y de una manera casi enfermiza, lo aumentó. Día tras día, desde la distancia, la siguió y vigiló, necesitado de verla, de saber lo que estaba haciendo y, sobre todo, con quién se encontraba. Así es como descubrió que se veía con Gustavo Porta, el Chanclas, y que lo hacía con frecuencia, como lo hizo con él mismo durante casi veinte años.

Si ya había convertido el apresar a Gustavo en un objetivo primordial, el reciente descubrimiento transformó ese objetivo en una auténtica obsesión. Hasta el punto de que no le importó pasar largas noches, días enteros incluso, esperándolo con tal de capturarlo y poder cumplir así con su venganza. Joao Mendes tenía claro que la próxima vez que se encontrase con el Chanclas acabaría con su vida.

El marinero dejó por un tiempo de faenar en aguas portuguesas; había comenzado con el contrabando de tabaco, y no lo necesitaba. Además, no quería volver a exponer a su tripulación —tal y como había hecho en más de una ocasión—, lo que había provocado un hondo malestar en la Cofradía de Pescadores de Punta del Moral.

Solo una vez más se coló Gustavo Porta en aguas portuguesas, y fue por hacerle un favor a su amigo Miguel Castro, el guardia civil, que le había pedido unos kilos de langostinos para una celebración familiar. Solo en su patera, atardecía ya, navegó hasta el espigón de Vila Real de San Antonio, donde dejó un trasmallo en una zona que conocía y en donde habitualmente abundaban los langostinos.



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