El legado de judas by Francesc Miralles y Joan Bruna

El legado de judas by Francesc Miralles y Joan Bruna

autor:Francesc Miralles y Joan Bruna [Bruna, Francesc Miralles y Joan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policier, Histoire
publicado: 2010-02-28T23:00:00+00:00


24

Tras una larga deliberación, habían decidido que Nueva York era la capital de la lujuria. Andreas había propuesto muchas otras ciudades, pero finalmente Solstice le había convencido con estos argumentos:

—La lujuria siempre ha tenido su sede en la ciudad más poderosa del mundo, como en su tiempo lo fue Roma. Pese al 11 de septiembre y a la crisis, Nueva York sigue siendo la metrópoli planetaria que, en los últimos días del imperio, continúa con su orgía de consumismo y placeres inmediatos.

—Sin embargo, me parece un lugar demasiado grande para buscar una moneda —había replicado Andreas—. Lo único que me tranquiliza es que tampoco lo tendrá fácil Lebrun para encontrarnos.

Ante el inesperado giro que había tomado una misión que ya parecía finiquitada, el guía sintió que su cliente había despegado definitivamente los pies de la tierra. Él no creía que pudieran encontrar el siclo de plata en Nueva York. Por otro lado, le traía sin cuidado aquella teoría conspiratoria. El mundo de las altas finanzas y sus talismanes no era el suyo, que solo contaba con los 240 euros que percibiría diariamente por aquella búsqueda incierta alrededor del globo.

«Cuanto más dure, mejor», se dijo sin imaginar las trampas mortales que les aguardaban.

—¿Quieres que reserve el hotel? —propuso Andreas en el aeropuerto internacional de Tel Aviv, desde donde su vuelo de madrugada saldría en un par de horas.

—No es necesario —repuso Solstice entusiasmada—, en Nueva York tendremos un ayudante de excepción que nos preparará el terreno. Sondre ya está volando hacia la ciudad que nunca duerme para reunirse con nosotros. Ha descubierto algo que nos ayudará en la búsqueda.

—¿Quién demonios es Sondre?

—Mi hermano. Tiene muchas ganas de conocerte.

Mientras hacían cola en el control de seguridad, el guía se preguntó si aquello era una buena noticia. La intuición le decía que un nuevo participante en ese juego absurdo solo serviría para complicar aún más las cosas.

—Veo que a tu familia le gustan los nombres raros —se limitó a comentar.

—El de mi hermano es muy común en Noruega. Nació allí mientras mi padre trabajaba como ingeniero de plataformas petrolíferas. Luego regresamos a Londres. A su muerte nos trasladamos a Barcelona, donde también tengo familia. Somos un poco de todas partes.

—Como las monedas —añadió Andreas irónico—. ¿Y tu madre, dónde está?

Le gustaba que Solstice, por quien empezaba a sentir algo más que atracción, le hablara de su vida personal.

—Sondre y yo somos adoptados. La esposa de mi padre, que era muy viejo cuando nos acogió, murió poco después de llegar mi hermano. Yo apenas la recuerdo y él menos aún, puesto que era un bebé. Hablando de nombres, el tuyo tampoco es corriente. ¿Por qué Andreas y no Andrés?

—En honor a un diplomático chipriota que es mi padrino. No hay otro motivo.

En medio de aquella conversación intrascendente, el guía se dio cuenta de que una policía de larga melena roja no perdía palabra de lo que hablaban. Al saberse detectada, dio un paso adelante y dijo en perfecto castellano:

—¿Me permiten que les haga unas preguntas?

Ambos asintieron escamados.



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