El legado de Europa by Stefan Zweig

El legado de Europa by Stefan Zweig

autor:Stefan Zweig [Zweig, Stefan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Arte, Crítica y teoría literaria
editor: ePubLibre
publicado: 1975-12-31T16:00:00+00:00


Prólogo a la edición de Niels Lyhne en la colección «Epikon», Múnich, Paul List Verlag, 1931

«SADHNA» DE RABINDRANATH TAGORE

JOVEN ESCRITOR (entrando en la habitación de su amigo): Espero no molestarte.

VIEJO ESCRITOR (dejando al lado un libro): En absoluto.

JOVEN: ¿Qué libro es ése?

VIEJO: Sadhâna, «El camino a la perfección», una obra filosófica de Rabindranath Tagore que acaba de aparecer en alemán en Kurt Wolff.

JOVEN: ¿Y te apetece ahora leer eso? No te entiendo.

VIEJO: ¿Y por qué no iba a tener ganas y hasta prisa por leer el nuevo libro de Tagore? ¿Y por qué de repente te resulta incomprensible esa necesidad? Hace sólo dos meses que nos sentábamos en esta habitación para leer Los pájaros perdidos y tú, al igual que yo, estabas emocionado por la limpidez cristalina de aquellos versos, por la elevada y simple, en un sentido puro, ligazón poética que desde su mismo carácter exótico creaba una nueva melodía. Ambos estábamos contentos de que en una especie de pausa de la revelación poética en Europa apareciese aquel ritmo nuevo y, si no me equivoco, fuiste tú mismo el que creyó descubrir en aquellos versos el anuncio profético de una nueva religiosidad.

JOVEN: Sí, es verdad, entonces Rabindranath Tagore me pareció realmente como una especie de revelación, y en uno o dos años probablemente volveré a leerlo; sólo que ahora, en este preciso momento, me resulta imposible ser enteramente justo con él. De momento no puedo escuchar pronunciar su nombre, doy un rodeo cuando paso por cualquier librería para no ver allí cuarenta veces en cada cubierta el mismo rostro del mago indio que me sonríe circunspecto; me resulta molesto de verdad subir a un tranvía o a un vagón del tren porque seguro que allí —¡en el ferrocarril!— alguna muchacha burguesa o algún joven leen sus versos, y tendría realmente que forzarme para no reírme maliciosamente de la idolatría ciudadana y de la solemne exaltación de Tagore a poeta universal. No soporto precisamente que lo que yo amé una vez se convierta en la sensación y en el tema de las conversaciones entre tango y tango, ni que se monte una feria espectacular con un poeta al que yo venero. Mientras tanto doblo la esquina y pongo sus libros en el cajón más bajo.

VIEJO: Haces por tanto responsable a una obra de sus efectos, y a un poeta de sus admiradores. Por lo mismo, hace ciento cincuenta años no tendrías que haber leído ni una línea de Goethe, por el solo motivo de que los simios de la moda se vestían a lo Werther; y deberías tener ojeriza durante una década a Lord Byron cuando éste se convirtió en el león de la sociedad londinense. Yo sé que en Alemania es costumbre declarar imbécil o estafador a un autor tan pronto ha alcanzado las diez ediciones; pero yo no lo comparto. Una vez que con un claro sentimiento y por mi propia conciencia artística he depositado mi confianza en un poeta, ya no se la retiro aunque alcance el éxito.



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