El lago de los sueños by Kim Edwards

El lago de los sueños by Kim Edwards

autor:Kim Edwards [Edwards, Kim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2011-01-03T16:00:00+00:00


Doblamos una esquina y dimos con unas escaleras que llevaban al cielo azul. A través de los agujeros de las paredes, atisbamos los frondosos campos, mecidos por el viento. Entonces, llegamos a una gran habitación donde había una chimenea enorme. Geoffrey se quedó quieto en medio de aquella sala, observando todo cuanto le rodeaba. Tenía las mejillas rojas por el sol.

—No me cuesta mucho imaginarme a los monjes pululando por aquí —dijo—. ¿Y a vosotros?

—Este lugar es demasiado silencioso —observó Joseph.

—Eso es porque alberga un secreto que mi tío me contó. Según él, todo aquel que venga aquí tiene que contar también sus secretos.

—Y ¿cuál es el tuyo? —pregunté.

Aunque antes había sido incapaz de hablar, ahora, en aquel sitio, me sentía libre, era como si todos los muros invisibles que nos separaban se hubieran venido abajo. Ahora podía decir cualquier cosa.

Geoffrey habló con parsimonia, con una mirada distante en los ojos.

—Quiero ir a la India —contestó—. El año que viene se supone que voy a ir a Cambridge y luego me pondré a trabajar aquí con mi padre, pero no quiero llevar esa vida. Quiero ver mundo. Quiero enrolarme en la Armada Real como oficial. Ese es mi secreto.

Joseph habló antes incluso de que Geoffrey terminara de hablar.

—Pues yo voy a ir a América. Un primo mío vive allí, y, en cuanto ahorre diez libras, me acogerá.

Me quedé sorprendida. Sabía a quién se refería. Una vez al año, la madre de nuestro primo nos enviaba un paquete de chucherías y dulces; a veces, incluso algunas monedas. Mamá guardaba las breves cartas del primo en un cajón de la cocina.

—¿Es eso cierto? —pregunté.

Joseph me miró.

—Como lo cuentes, lo lamentarás, Rose.

—Rose no lo contará —replicó Geoffrey, lanzando un guijarro contra una esquina—. No lo hará, porque ella también va a compartir un secreto con nosotros. ¿Cuál es tu sueño, Rose? Dínoslo. ¿Acaso quieres ser una princesa?

No sé qué me impulsó a contestar como lo hice. Quizá fuera el silencio, los estratos del pasado que parecían acumularse sobre esas piedras, la cantidad de oraciones que se habían recitado en aquel lugar con el paso de los años.

—Quiero ser sacerdote —respondí sin pensar, aunque en cuanto pronuncié esas palabras me di cuenta de que decían una gran verdad—. Me gustaría ser sacerdote y poder oficiar misa y todo eso.

Entonces, reinó un silencio en el que se podía escuchar el viento atravesar el aire soleado.

De repente, los chicos estallaron en carcajadas.

—¡Sacerdote! —repitió Joseph con desdén—. No seas boba.

—Las chicas no pueden ser sacerdotes —señaló Geoffrey, aunque de manera más educada.

Me ruboricé y no hablé más. Hasta que no verbalicé ese deseo, no me percaté de lo intenso que era. A pesar de que siempre había sabido que era algo que iba en contra de las normas, cuando entraba en la iglesia sumida en el silencio para coser las ropas de los religiosos y arreglar los mantos del altar, me sentía más viva, más despierta que en ningún otro sitio.



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