El juego de Sade by Miquel Esteve

El juego de Sade by Miquel Esteve

autor:Miquel Esteve [Esteve, Miquel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Erótico
publicado: 2013-02-21T23:00:00+00:00


¿Un capricho del divino marqués? La respuesta de Anna es tan ambigua y etérea que te dificulta el camino, un camino incierto y carente de respuestas. Las necesitas, claro, querrías saber qué y quién está detrás de un juego que comienza a atribularte. Pruebas suerte, aunque estás seguro de que no sacarás nada en claro:

—Venga, Anna, el marqués de Sade está criando malvas. ¿Quién es el cerebro de esta barbaridad?

—Los grandes personajes nunca mueren, viven para siempre. Los cristianos lo llaman resurrección. Los paganos se refieren a ello con diferentes términos: homenaje, memorial… ¡La palabra elegida es lo de menos! Lo que cuenta es el mensaje, el legado. Este pervive con las almas que atrapa.

—Es la primera vez que te oigo hablar así.

—¿Así?

—Quiero decir con cierta solemnidad. Hasta ahora solo te había oído decir estupideces.

—¡Hombre, gracias!

—De nada, pero, por favor, ¿podrías ser más explícita y aclararme qué hago yo en este juego? Creo que me lo merezco.

—Eres listo, semental, me has halagado con eso de la solemnidad y has intentado ablandarme. Casi lo consigues. El juego es el juego y punto. No sé mucho más que tú.

—«Di de vez en cuando la verdad y así podrán creerte tus mentiras.»

—¡Buena frase!

—No es mía. Es de Jean Renard.

—Pues, toma esta: «Todos los vicios, cuando están de moda, se convierten en virtudes.»

—¿De tu marqués? —le preguntas.

—No, de otro francés, Molière.

Sonríes por primera vez. Tendrás que admitir que no es tan estúpidamente banal como aparenta.

—¿A qué te dedicas?

—¿Aparte de andar de cama en cama?

—Dejando eso de lado. ¿Cómo te ganas la vida?

—Soy enfermera.

—¡Vaya!

—¿Sorprendido?

—Sí.

Se enciende otro cigarrillo y la amonestas.

—¡Pues no deberías fumar!

—Predicar con el ejemplo y todo eso, ¿no?

—Sí.

—Me gusta vivir al límite. Por eso estoy en el juego.

—¿Me explicarás por qué tiene Shaina una tarjeta para el martes?

—Forma parte del argumento.

—¿Qué argumento?

—Del juego de Sade, del guión previsto por el divino marqués.

Ya te lo decía yo, Jericó: no sacarás nada en limpio.

—¿Hace tiempo que Shaina está en el juego?

—¿Cuánto tiempo hace que se ve con Josep?

Vacilas.

—¿Dos años?

—Tú sabrás.

—¿Es él quien la ha involucrado?

—Tal vez.

—¿Y quién es el tipo que le dio la tarjeta a Toni, el camarero?

—Eso te lo respondería el divino marqués.

Desistes. Anna es hábil e inteligente, más de lo que aparentaba.

—¿Al menos me dirás qué vamos a hacer a mi despacho?

Tarda en responderte.

—Prefiero que seas tú mismo quien lo descubra.

Vuelves a bajarle la ventanilla. El humo se acumula y se te hace difícil respirar.

La extraña chica te mira sin mediar palabra, acompañando el vistazo con bocanadas de humo que tan pronto son aros como nubes. La divierte cincelar el humo con los labios.

—¿Qué miras? —la interrogas, incómodo.

—A ti, semental; me atraes.

No te ha disgustado del todo. Es atractiva y muy sexy.

Apura el cigarrillo y embadurna otra vez el cenicero. En la colilla que aplasta queda el rastro del carmín.

Se deshace del cinturón de seguridad y se agacha, rozándote con la boca abierta los genitales por encima de la ropa.

—¡Estás loca, Anna, no hagas eso!

—¿Te la han mamado alguna vez mientras conduces?

—Para, por favor, no tengo ganas.



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