El juego de Ripper by Isabel Allende

El juego de Ripper by Isabel Allende

autor:Isabel Allende [Allende, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2014-01-02T23:00:00+00:00


Ryan Miller había asistido a clubes como el Narciso Club en otros países con sus camaradas de armas, que disimulaban con bromas groseras la excitación que el espectáculo gay les producía. Le divertían los travestis, que consideraba criaturas exóticas e inocuas, como de otra especie. Se definía como hombre de criterio amplio, que había visto mundo y a quien nada podía escandalizar, tolerante con las preferencias sexuales ajenas siempre que no involucraran niños ni animales, como decía. No aprobaba la presencia de gays en las Fuerzas Armadas, porque temía que fuesen elementos de distracción y se prestaran a conflicto, como las mujeres. No es que dudara de su valor, aclaraba, pero en el combate se prueban la hombría y la lealtad, la guerra se hace con testosterona; cada soldado depende de sus compañeros y él no estaría tranquilo si su vida estuviera en manos de un homosexual o de una mujer. Esa noche en el Narciso Club, sin el respaldo de otros navy seals, su tolerancia fue puesta a prueba.

El ambiente cerrado, la sexualidad y seducción en el aire, el roce de los hombres apretujados a su alrededor, el olor a sudor, alcohol y loción de afeitar, todo le crispó los nervios. Se preguntó cómo reaccionaría su padre en esas circunstancias y, tal como ocurría cada vez que lo invocaba con el pensamiento, lo vio de pie a su lado, con el uniforme impecable, sus condecoraciones en el pecho, rígido, la mandíbula tensa, el ceño fruncido, desaprobando lo que él era y todo lo que él hacía. «¿Por qué un hijo mío se encuentra en este lugar asqueroso, entre estos maricones sinvergüenzas?», masculló su padre con esa manera de hablar que había tenido en vida, sin mover los labios, mordiendo las consonantes.

No pudo apreciar la actuación de Danny D’Angelo, porque para entonces se había dado cuenta de que las miradas cargadas de intención no iban dirigidas a Indiana, sino a él; se sentía violado por esa palpitante energía masculina, fascinante, peligrosa y tentadora, que le repugnaba y lo atraía. Sin pensar en lo que hacía echó mano del vaso de whisky de Pedro Alarcón y se empinó el contenido de tres largos tragos. El licor, que no había probado en varios años, le quemó la garganta y se extendió por sus venas hasta el último filamento, inundándolo con una ola de calor y energía que le borró pensamientos, recuerdos y dudas. No hay nada como este líquido mágico, decidió, nada como este oro derretido, ardiente, delicioso, esta agua de los dioses que te electriza, te fortalece, te inflama, nada como este whisky que no sé por qué ni cómo he evitado, qué imbécil he sido. Su padre retrocedió un par de pasos y la multitud se lo tragó. Miller se volvió hacia Indiana y se inclinó buscando su boca, pero el gesto murió en el aire y en vez de besarla le arrebató el vaso de cerveza sin que ella, hipnotizada por Whitney Houston, lo notara.

Miller no supo en qué



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