El juego de Dumas by Cristina Gumuzio

El juego de Dumas by Cristina Gumuzio

autor:Cristina Gumuzio [Gumuzio, Cristina]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Intriga, Novela
editor: ePubLibre
publicado: 2018-11-14T16:00:00+00:00


Al día siguiente del ataque

El doctor Henry Adams fue dado de alta durante la mañana. Después de pasar veinticuatro horas en observación, los médicos no encontraron nada importante. Solamente una ligera contusión en la cabeza y una línea roja, no sangrante, ni abierta, en la base de la nuca. Los médicos aventuraron que el arma utilizada en el ataque podría ser un cordel de gran dureza, pero extremadamente fino. Por otro lado, no encontraron en la piel del profesor ningún resto de fibra, u otro material, que permitiese determinar con certeza el objeto con el que se había cometido la agresión.

El doctor Adams abandonó el hospital y tomó un taxi que lo llevó a la facultad. Aunque los médicos le habían recomendado unos días de reposo, él no hizo caso. Estaba ansioso por verificar si faltaba algo en el museo. Se reunió con su secretaria y con Annie y entre los tres inventariaron con detalle todo el material. El profesor se mostraba atónito: por mucho que revisaba y revisaba las vitrinas y las estanterías no echaba nada en falta. Por la tarde, antes de salir de la facultad, se dirigió a su despacho a apagar el ordenador. De pronto, en el centro de la pantalla apareció un icono luminoso que centelleaba de forma intermitente. Clicó con el ratón en la imagen y acto seguido apareció un mensaje:

«Si no quieres más problemas, olvida lo ocurrido».

Henry llamó a gritos a Annie y a la secretaria que dejaron lo que estaban haciendo y fueron corriendo al despacho. Para cuando llegaron el mensaje había desaparecido de la pantalla.

—¡Lo mismo que a Leire! —no dejaba de repetir Annie.

El profesor les pidió que se fuesen a casa y les prometió que solo se quedaría unos minutos más. Henry Adamas se movía inquieto, de un lado a otro. Sabía que algo importante se le estaba pasando por alto y estaba decidido a averiguarlo. De pronto, visualizó mentalmente algo que no había dado importancia al hacer el inventario pero que en ese momento le llamaba la atención. Se quitó el sombrero y el abrigo y se dirigió corriendo a la estantería donde se custodiaban los manuales de antiguos procedimientos bacteriológicos. Apoyó la escalera contra la parte superior y subió hasta lo más alto. De repente se dio cuenta de lo que pasaba. Entre los manuales había un minúsculo espacio. Intentó ver cuál era el que faltaba pero todos se encontraban desordenados. Los ladrones habían sido muy listos, pero no conocían al profesor. Aunque tuviese que bajar uno a uno averiguaría cuál se habían llevado. Con el corazón latiéndole deprisa, regresó al despacho. Descolgó el teléfono y llamó al decano.

—¡Herman, no sé qué está pasando! Falta un manual bacteriológico. En una primera revisión no lo había echado en falta. Sí. No sé cuál es. Están todos desordenados. Además, acabo de recibir un mensaje de advertencia en el ordenador. De acuerdo. Me voy a casa. Mañana lo hablamos.

Henry Adams no pensaba volver a casa hasta que averiguase qué manual se habían llevado.



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