El inquisidor de Barcelona by Jordi Martínez Latorre & Josep Mateu Martínez

El inquisidor de Barcelona by Jordi Martínez Latorre & Josep Mateu Martínez

autor:Jordi Martínez Latorre & Josep Mateu Martínez [Martínez Latorre, Jordi & Mateu Martínez, Josep]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-06-01T00:00:00+00:00


* * *

Don Diego García de Saldaña llevaba un par de meses de tranquilidad, al menos a nivel institucional, por lo demás las relaciones con el nuevo inquisidor don Francisco de Ribera y Obando eran fluidas y agradables. Como era una persona dialogante y metódica, se encargaba de resolver las rencillas con los poderes del Principado, pero también tenía la firmeza y la seguridad que le faltaban a Gascó. Por lo demás, su familia no le daba ningún disgusto. A veces encontraba extraña a Juana, pero no le suponía ningún pesar, ya que consideraba el carácter de la muchacha lleno de altibajos, incomprensible, según su parecer. Los únicos problemas que tenía surgían de su conciencia y de su diabólica mente. Esa última noche de febrero sentía mucho frío, aunque nunca lo hubiera reconocido porque le parecía una vulgar debilidad, por eso con la excusa de que se sentía muy cansado, decidió acostarse pronto. Apenas se había quitado la ropa cuando sonaron unos suaves golpes en la puerta de su dormitorio.

—Por todos los diablos —masculló en voz baja—. ¿Qué queréis? —dijo alzando la voz—. Iba a acostarme.

—Soy yo, tu hermana. Es que…

—Espera unos segundos —dijo mientras cerraba los ojos para atenuar el dolor—, me visto en seguida. Aguarda.

A pesar de sus dolores, se volvió a poner la ropa con rapidez y abrió la puerta.

—¿Qué ocurre? ¿Qué cosa hay tan urgente como para que vengas a incordiarme a estas horas?

—Tienes una visita…

—¿Una visita? ¿A estas horas? —interrumpió a su hermana.

—Es un familiar…

—¿Un familiar? Les tengo advertido que si no es grave no vengan a molestarme a estas horas. ¿Tiene trazas de ser urgente? —le preguntó, pero no esperó contestación—. ¡Bah! ¡Qué sabrás tú! ¿Has reconocido al hombre?

—Sí, es Joan Dalmau.

—¿Joan? Por fin aparece el muy truhan.

—Está desconocido…, parece…

—¿Parece qué? —dijo burlándose de ella—. No me saques de mis casillas y no titubees como una boba, que no soy ningún ogro —dijo convencido.

—Parece un vagabundo, sucio y lleno de arañazos en el rostro, sus ropas desaliñadas y está muy desmejorado, además… —se ruborizó.

—¿Además… qué? No titubees en tus frases.

—Pues… huele mal.

—Vaya por Dios —dijo Saldaña entre dientes, girándose hacia su dormitorio para abrirlo de nuevo—. ¿Están acostadas tus hijas? ¿Lo han visto?

—No lo han visto, hace un rato que se acostaron.

—De acuerdo, dile a ese tunante que espere en la biblioteca que ahora mismo bajo. ¡Ah! Dale algo de comer, si es que está tan débil —Detuvo su mano en el pomo de la puerta—. Mejor no, a ver qué me cuenta, tal vez lo haga ayunar el resto de sus días. —A pesar de que una terrible curiosidad le corroía, don Diego bajó con parsimonia las escaleras, no fuese que un tropezón acabase de estropearle el día. Por su cabeza pasaban mil y un pensamientos de lo que le había ocurrido a Joan y ninguno de ellos era bueno, ya que habían pasado casi cuatro meses sin que se supiera nada de él. No obstante, no era la primera vez, aunque siempre le había pedido permiso para desaparecer durante un tiempo.



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